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Médicos, los de antes

12 de Septiembre del 2018 - José Viñas García (OVIEDO)

Muchos de los médicos de la actualidad si tuvieran que trabajar cómo hacían aquellos profesionales cómo la copa de un pino, que sin medios, solo con su maletín y una jeringuilla que hervían y recocían una y otra para ser usada para todos, siempre prestos y dispuestos las 24 horas del día (leen bien, las 24 horas) ya fuera verano o invierno, ya lloviera, nevara o cayeran truenos siempre sabias que estaban allí para acudir al domicilio por caminos embarrados solo con una sola idea: ir en ayuda de quien lo requería. Jamás se les veía mala cara, incluso cuando los sacabas de la cama. Claro que todo tenía un premio en forma de agradecimiento general. Allí por donde paseaba el médico, jamás un saludo, una sonrisa y una invitación le faltaban. Qué decir de su mujer que hacía de recepcionista y tampoco jamás su cara mostraba algo diferente a sentirse orgullosa del cacho de persona y de profesional que le tocó en suerte. Me pongo en la posición de ese "doctor" y siento envidia de lo grande que debería sentirse al comprobar el respeto y al admiración que los vecinos sentían por él ¡Un hurra por aquellos médicos! Y un ¡pluffg por los de ahora! Que con todos los medios, infraestructuras y comodidades no les llegan a aquellos 'héroes del elíxir encantador' a los tobillos.

Ahora no, toca pedir cita con antelación y con todo, las listas de espera campan a sus anchas sin escrúpulo alguno y sin que ningún consejero logre reducirlas o eliminarlas. Toca sentir algún profesional que aún a sabiendas que tu enfermedad necesita urgente respuesta, solo atiende a protocolos establecidos sin darle vergüenza de pisotear su código deontológico. Eso sí, a diferencia de aquellos médicos de antaño que nada pedían y esperaban, ya que las necesidades eran tan extremas que poco se podía dar, ahora son capaces de tener listas de espera de meses y años en su consulta pública y colar de su privada a quien le vaya a pagar 100 euros ¡qué diferencia verdad! con aquellos paisanos que se vestían por lo pies sin bata blanca para presumir y pasearse por los pasillos creyéndose doctores.

Señor Ángel, usted que fue doctor de verdad ¿Qué dirá Dios de este comportamiento, ya que son casi todos ustedes unos católicos recalcitrantes? ¿Estos profesionales no blasfeman cómo dice que lo hago Yo? Tomar el nombre de Dios en vano ¿no es también declararse creyente y tener comportamientos cómo los que sabemos tanto usted, yo y los demás?

Entre lo de antes y lo de ahora, debe existir un intermedio que quien se dedique a tan hermosa profesión debe corresponder con responsabilidad y dedicación sin límite y preferencia. De lo contrario, existen miles de profesiones a que dedicarse sin desprestigiar la medicina y todo lo que conlleva de compromiso con la profesión, el enfermo y la sociedad. Pueden tocar la corneta a la sombra de un pino, ser caldereros, cuidar cabras, consulta en casa para quien ose ponerse en sus manos, dedicarse a otra rama de la medicina orientada a especímenes de cuatro patas, pero seguir de matasanos jugando a ser médico ¡mejor váyanse!

Es igual, toca decir, y seguro algún medico dirá "que te den" pues Señor Doctor, solo están tirando piedras sobre su propio tejado, dejando que el cara dura, especulador y mangante siga distorsionando la Sanidad Pública. ¿No sienten envidia de aquellos doctores de verdad, que hacían de psicólogos, boticarios, traumatólogos, cirujanos e incluso se desplazaban con el enfermo al hospital? Futbolistas son tanto los juegan en regionales cómo los de primera división. Pero si fuéramos correctos los últimos son profesionales, los primeros simples aficionados.

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