Geriátrico Palacio de Villar (Castrillón)
La vida cambia en un segundo, pasas de una situación acomodada a trabajar en el sector de limpieza y te das cuenta de que seguimos en una sociedad clasista.
Aprendí en cuatro meses tantas cosas que quizá no sea a capaz a describir en este texto.
Quiero dar las gracias a Roberto García por darme la oportunidad de trabajar y conocer lo que es un geriátrico.
Gracias a Raquel, Mar, la Alcaldesa, Ana, Rosa, Raquel de nuevo, las dos sehilas, a Yolanda... Y otras auxiliares cuyos nombres no conozco por haberme tratado como una más, por no hacer diferencias según el trabajo que desempeñas. Mencionar también a una auxiliar cuyo nombre si conozco pero quiero omitir para decirle que sea auxiliar o enfermera eso no importa, yo soy licenciada y trabajo con una fregona, decirle que el respeto hacia la vida personal de una persona y de sus hijos es algo fundamental, y que la ignorancia es en ocasiones tan atrevida que se hace daño con las palabras.
Gracias a enfermería, en especial a Zaira por saber valorar el detalle de un simple cambio de una bolsa de basura.
Gracias a los conserjes por su amabilidad y disposición para todo.
Gracias a cocina por ese café que te ofrecen, a Isa por su buen humor, a Estela a Carmen, a Luisa, a Tere...
Gracias a la directora por su comportamiento con el servicio de limpieza.
Gracias a Laura por esa capacidad de tratar a todos por igual.
Gracias a cafetería, a Cris y a Rita, que siempre sigas sonriendo.
Y por último y no por ello menos importante sino lo más fundamental
Gracias a los compañeros de limpieza y lavandería, por aceptarme, por enseñarme, y por hacerme comprender que la amistad no es cuestión de tiempo sino de la intensidad con la que se viva.
Que ojalá la sociedad aprenda a valorar más el trabajo que realizamos y estemos en la misma escala que el resto de los trabajadores.
Y, ¡como no!, gracias a todos los residentes en especial a los de la 3ª planta, gracias por haberme convertido en mejor persona, por saber valorar ahora lo que es la soledad, una sonrisa, una lagrima, una caricia. Porque el mínimo detalle se convierte en una montaña.
A todos os echaré de menos.
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