Defender la tesis
"Cuando las barbas del vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar". Eso hizo Pedro Sánchez, presidente en prácticas, cuando el runrún sobre el máster de la Montón fue tomando cuerpo y se la llevó por delante al hacerse público el plagio de un montón de páginas en su TFM (Trabajo de Fin de Máster). "¿Plagio"? Lagarto, lagarto. Sánchez no esperó a la interpelación de Rivera en el Congreso para intentar curarse en salud.
Si en la mañana del 14 Moncloa madruga blandiendo los resultados oficialmente tranquilizadores de un par de peritajes efectuados por encargo no es porque los analistas hubiesen pasado la noche centrifugando los fluidos doctorales de Sánchez. Los análisis estaban hechos y no se habían dado a conocer porque, más que tranquilizar, delatan: una de las empresas contratadas, Turnitin, detecta nada menos que un 13% de material plagiado. Ningún profesor daría por bueno un trabajo escolar de la ESO en el que descubriera tan abultado volumen de gato por liebre. El alumno contrabandista recibiría además una severa reprimenda para que se vaya enterando (Educación para la Ciudadanía) de que no salen gratis las trapisondas.
El 13% de un texto de 342 páginas representa 45 páginas. Una enormidad. Si además hacemos abstracción de las decenas de páginas dedicadas a agradecimientos, índices, bibliografía, etcétera (en las que no tiene sentido buscar plagio), el volumen del cuerpo del delito (el porcentaje de plagio) aumentaría sensiblemente. En cualquier caso, mal andamos si discutimos de umbrales de plagio tolerables. El que copia, roba. El universitario que no respeta los protocolos de citación es un chapucero o un tramposo. De hecho, el tramposo procede de forma chapucera cuando baja la guardia porque se siente seguro.
¿Por qué Sánchez toma la iniciativa de someter su texto a un test de plagio? Porque no las tenía todas consigo. Lo cual significa como mínimo que la redacción de la tesis escapó (al menos parcialmente) a su control. Si alguien tiene una hipótesis más benigna, sería bueno que la exponga. El autor de un texto sabe si copió o no; no necesita de una certificación ajena y a posteriori.
Nos acercamos con cautela al siempre hipersensible corazón de las tinieblas: la tesis de Sánchez tiene toda la pinta de ser una de esas casas habitadas por un alma en pena. Los escasos e intrépidos lectores que hasta ahora han conseguido penetrar en su interior persiguen de capítulo en capítulo la traza ominosa de lo que los ingleses nombran sugerentemente un "ghostwriter". A ese ser de la penumbra le llaman en gabacho "nègre". Hablando en plata: Pedro Sánchez encarga el peritaje para cerciorarse de si su(s) negro(s) le había(n) hecho correctamente el trabajo encomendado.
Por lo que se va sabiendo, quién le compraría una burra a Sánchez ni pagándosela en negro. Personalmente, le dejo ese chollo a Adriana Lastra. Y aunque sea cuestión menor, ¿quién gobierna España mientras Sánchez y el Gobierno defienden la tesis?
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