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Sensibilidad: ¿premio o castigo?

21 de Septiembre del 2018 - Cristina Jiménez García (Gijón)

Se suele creer con cierta frecuencia que emocionarse, vibrar o sentir una sacudida repentina ante una situación especial es sinónimo de cierta flaqueza que delata y perjudica nuestra imagen ante los demás, dejando al descubierto un tesoro frágil, pero propio, de nuestra carga genética que ha sido enriquecido, día a día, con la disciplina de la observación.

La sensibilidad se alimenta de una atención minuciosa, casi milimétrica, a todo lo que nos rodea. Es una actitud propia, intransferible que nos enriquece, pero que también nos condena, siendo implacable en sus exigencias y traidora por sus emociones incontrolables. El vértigo y la angustia ante la suma belleza, dolor, crueldad... nos hace receptores especiales, sin pretenderlo, de un cúmulo de sensaciones inesperadas.

¿Cómo manejar compañía tan contradictoria que lo mismo te regala momentos de felicidad o de tortura? Al fin y al cabo, es como un amigo exquisito que, a veces, nos traiciona dejándonos en la estacada. Pero seamos positivos, también es un arma imprescindible para desarrollar la creatividad; por tanto, hay que pagar un peaje, sí, aunque sopesándolo, somos afortunados.

En el prólogo que hace el traductor de Stendhal en “La Cartuja de Parma”, –Julio A. Acerate–, leo esta frase: “... refinada e inteligente táctica de autoeducación…”. Esta táctica atribuida al escritor, quizá sea el punto de partida para mantener a raya los depósitos de la sensibilidad, para que el recuerdo de las emociones salga en nuestra ayuda en tiempos estériles.

Stendhal lo sabía bien, hasta el punto de quedar acuñado con su nombre, –Síndrome de Stendhal– ese súbito susurro inesperado, rotundo que acaricia los sentidos o aniquila y que llamamos sensibilidad. Si pudiéramos conservar intactas en la memoria cada una de las emociones vividas, creo que entraríamos en estado de shock permanente. Por lo tanto, debemos estar alerta y no blindar la entrada a las emociones para que nuestras arcas se llenen de tan preciado caudal.

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