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Bailando a la yenka

23 de Septiembre del 2018 - Juan Goti Ordeñana (Oviedo)

Cuando el pasado domingo día 9 de septiembre paseaba a media mañana por el Campo San Francisco oí unos ruidos como de manifestación. Parado este ruido, empezó a sonar una música muy fuerte de algún disco. Me acerqué a ver lo que pasaba y vi a un grupo de personas, como unas doscientas, no más, ondeando en medio solamente una bandera tricolor republicana. En ese momento calló la música y empezó a hablar una voz que no reconocí. No me pareció interesante y me aparté, siguiendo el paseo por mi camino. A mediodía, al oír las noticias, me enteré de que era la celebración de la Fiesta de la Rosa de los socialistas, que en otro tiempo con gran pompa celebraban en Rodiezmo (León), con presencia de altos dirigentes del PSOE y sindicatos.

Por lo visto, mucho se ha rebajado la fiesta de otros tiempos, donde Rodríguez Zapatero junto con el sindicalista Villa, ahora acusado en juicio por apropiación indebida, echaban sus soflamas. En este caso, la estrella era el presidente, Pedro Sánchez, que, según la impresión que me causó aquella manifestación, además de renunciar a la Constitución, pues ondeaba la bandera republicana, debió ser muy, muy pobre, por la convocatoria y por el discurso que echó.

Según la prensa del lunes, prometió resolver todos los problemas ferroviarios de Asturias, que son muchos y graves, pero, según el periódico, “no aclaró nada”. Defendió que está “comprometido con el Principado hasta las trancas”, pero nadie entendió a qué se refería. Y para toda España: “El objetivo es la justicia social y sentar las bases del proyecto transformador con horizonte en 2030”. Estábamos acostumbrados a expresiones de este tipo en tiempos de Zapatero, cuando decía que estamos en la “Champions League”, mientras nos hundíamos en la mayor crisis económica y social que hemos padecido.

Ahora lo que nos espera es aguantar las soflamas del primer año triunfal, tras el golpe que dio el PSOE, aliado con todos los movimientos independentistas, y con el compromiso de dar paso a todas las exigencias separatistas. Después de estos adeudos, el Gobierno de Pedro Sánchez ha cumplido 100 días, y cuando se pisan arenas movedizas se encuentra el Gobierno con rectificaciones tanto en el nombramiento de ministros, pues sus historiales no son muy claros, como con vaivenes y rectificaciones en la marcha de los asuntos ordinarios.

Allá por la década de los sesenta se hizo popular un baile, la yenka, y se decía “ésta es la yenka que se baila así: izquierda, izquierda, derecha, derecha. Adelante, detrás, un dos tres”. El presidente Pedro Sánchez lo ha vuelto a poner de moda con su forma de gobernar. Va y se aprovecha de los puntos de apoyo que le dejó a derecha, con la situación económica asentada y el Presupuesto hecho, aunque se queja de boquilla, se aprovecha de la serena situación que ha heredado de la derecha, tan denostada desde la oposición.

Por tanto, moviéndose a la derecha y a la izquierda va sorteando toda la tormenta que amenaza a la sociedad española desde su llagada. Y con una huida anda hacia adelante, para inmediatamente dar un paso atrás rectificándose, una, dos, tres y muchas veces. Por la primavera, cuando presentó la moción de censura, decía que la cuestión era llegar a la Moncloa el tiempo necesario, sólo para echar a Rajoy y preparar unas elecciones, pero llegado a ocupar el sillón presidencial mostró cómo mentía, su plan era agotar toda la legislatura y realizar una transformación para hundir a la sociedad.

Dentro de ese cambio social estaba la promesa de derogar la reforma laboral que había hecho el Gobierno del PP. ¡Por ser un desastre! Pero nada más ocupar la Moncloa llegó a un acuerdo con los sindicatos para renunciar a tal modificación. La disculpa para dar este paso atrás era que no tendría los suficientes apoyos parlamentarios. ¿Cuál fue la verdadera causa? Queda en las sombras de la política sanchista.

En junio daba otro paso a la derecha al renunciar a la revisión, tan prometida en sus campañas, de la financiación de las autonomías. Veremos si sus barones autonómicos le perdonarán esto, aunque en estos momentos han disimulado la faena de aliño.

No dejó de mirar a la derecha cuando en la cumbre de la OTAN el presidente español aceptó el compromiso asumido en Europa de llegar a colaborar con el dos por ciento, en contra de la opinión de su ministra de Defensa, que no lo consideraba realista. Con este Ministerio tiene todavía más problemas, porque ideologías pacifistas de la Ministra negaron la entrega de unas bombas vendidas y cobradas a Arabia Saudí. Pero cuando los astilleros de Navantia (Cádiz), donde se jugaban 6.000 puestos de trabajo, le dijeron el precio que eso costaba, le hicieron bailar la yenka: adelante y atrás. Había que salvar la crisis de la autonomía andaluza.

Muchos son los campos donde se anda derecha, izquierda, adelante, atrás, sólo citaremos algunos. Después de la batalla que había librado para que la lista de defraudadores, acogidos a la amnistía fiscal de Montoro, se publicara, viene a reconocer en el Parlamento que carece de capacidad jurídica para modificar algo anteriormente sentenciado. Ante el problema que le platearon los independentistas desde Bélgica, la ministra de Justicia, Dolores Delgado, dejó abandonado al magistrado Pablo Llarena negándole protección, pero ante la protesta del mundo jurídico dio el paso atrás, nombrándole abogado defensor, aunque de mala gana, pues publicó cuánto iba a costar su defensa. Gasto que bien se podría y debería cargar a la autonomía catalana.

Conviene recordar los vaivenes en materia de emigración. Por una parte, fue recibido con toda clase de alharacas el barco “Aquarius” en el puerto de Valencia, como réplica a la falta de generosidad en Italia, y sirviendo de publicidad a los humanitarios socialistas. Pero pasado este boom de la publicidad ya no se actuó con el mismo criterio al desempolvar un acuerdo bilateral con Marruecos de 1992, para devolver en caliente a unos africanos que con alguna fuerza habían saltado la valla en Ceuta. Faltaron días para devolverlos.

Pero donde no ha andado así ha sido en la renovación de RTVE, que por un real decreto forzó una renovación exprés, nombrando a Rosa María Mateo, y siguiendo los criterios de Pablo Iglesias se llevó a cabo una renovación y represalia, despachando a personas que llevaban una gran tradición en el ente con varios gobiernos.

Y como si esto fuera su cortijo, repartió todas las empresas y organismos públicos, bien pagados, entre los dirigentes y amigos del PSOE, sin que jugaran en estas designaciones criterios de capacidad y mérito. Cuando estando en la oposición había hecho tanta acusación del enchufismo con que había actuado la oposición.

Se pueden contar muchos más casos de la satrapía en la que se ha asentado Pedro Sánchez nada más llegar a la Moncloa. Éstos no son más que unos pocos datos para que nos demos cuenta de hasta dónde puede llegar. Sus gritos de moralidad que ha lanzado con motivo de los másteres de los del PP no quiere que valgan para el copieteo de su tesis doctoral, que no se ha atrevido a enseñar hasta que ha sido forzado por las circunstancias. Al final, si hubiera lógica, no tendría otra defensa que una renuncia inmediata y la propuesta de las próximas elecciones.

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