Llámale Ana
"Si yo tengo una tesis cum laude, la llevo en el bolso y se la enseño hasta al carnicero", se explaya Carmen Tomás ante el misterio, si no tremendo por lo menos fascinante, de la celosa ocultación por Pedro Sánchez de la suya, que estuvo durante años mejor guardada que el "Codex Calixtinus", y cuya exhumación ofreció apenas menos resistencias que la de Franco.
Aunque de la crisis saldrá Sánchez casi ileso ya que "la tesis cumple todas las normas", escribe Lucía Méndez en una atrevida maniobra para quitarle el toro a Pedro desviándoselo a Pablo. A Pablo Casado, "que tiene lo suyo en el Supremo". Cómo que cumple "todas las normas", doña Lucía, si no cumple ninguna. Cualquier profesor de instituto no dejaría pasar un trabajo de Enseñanza Secundaria Obligatoria que presentase una sola de las chapuzas, trapacerías y trapisondas que se acumulan en ese mamotreto semiclandestino. Enseñanza secundaria obligatoria: ESO, doña Lucía, ESO. Y encima que haya que aguantar la regañina de la tía Celáa: "Cómo le hacéis eso a un padre con dos niñas que le adoran".
Esa tesis vergonzante es un bodrio de aluvión a donde han ido a parar materiales heteróclitos de segunda y de tercera mano, de calidad más que dudosa. Se trataba de llenar la hormigonera y mezclaron grava con arena, y más tierra que cemento; cemento, el indispensable, con esa picaresca de albañil de tente mientras cobro. Había que vestir el muñeco aprisa y corriendo y lo hicieron con torpeza, tapándole la cara y dejándole el culo al aire. El título completo de la tesis bien podría haber sido "Innovaciones de la diplomacia económica o cómo sacar leche de un botijo".
Como antes tropieza un tramposo que un cojo, Arcadi Espada no necesita correr mucho para atrapar en la bibliografía de la tesis (p. 347) y en la del libro casi homónimo (p.170) la pintoresca cita de un tal "Voir M. Granovetter". Por supuesto, Voir M. Granovetter no existe; existe, en cambio, Mark Granovetter. El atolondrado doctorando (o alguno de sus apresurados muchachos) cortó y pego una cita del francés tomando como nombre propio el "Voir" (ver) que en ese idioma sustituye con frecuencia a los universales y más académicos "Cfr." o "Vid."
Recuerda uno que en Lovaina se hacían risas con la peripecia de un estudiante vasco que, en un examen de Económicas, disertó sobre "La noción de plusvalía en casa de Marx". La "casa de Marx" era su traducción casera de "chez Marx". Como el "Voir" que Sánchez toma por nombre propio del infortunado Granovetter que pasaba por allí. Toma rigor científico; para partirse de risa si la cofradía progresista no fuera inasequible al sentido del ridículo (Voir Lucía Méndez y poblada compañía).
El presidente sustituye la comparecencia en el Congreso por el plató de La Sexta, donde cuenta con una interlocución y una audiencia más benévolas. En la entrevista del domingo el doctor Sánchez Pérez-Castejón clarificó magistralmente tres conceptos: el presidente del Gobierno es Pedro Sánchez, la política es una realidad compleja y la señora de García Ferreras se llama Ana.
"No estoy acostumbrada a que me llamen Anita", le espetó Ana Pastor con mucha pertinencia a un impertinente Rafael Correa que le aplicaba el diminutivo. De la entrevista con Sánchez tuvo que salir acostumbrada a que le llamen Ana (así la llamó una docena de veces). Una familiaridad que no se consiente su marido, que ante las cámaras le llama indefectiblemente Pastor. "Llámale Ana, no te cortes" (le debió de aconsejar Iván Redondo), "y los pies juntitos, no te me despatarres como con Iglesias" (Campechanía, amable sucedáneo de la democracia).
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