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7 de Noviembre del 2018 - Ramón Alonso Nieda (FUENTES- ARRIONDAS)

"La Iglesia siempre es reformable en sus miembros y en su cabeza", firma en LNE del pasado 20 José Ramón García Fernández, excapellán del HUCA, y simplemente Monchu para un montón de amigos. El amigo Monchu no hizo un doctorado en la Camilo José Cela y pone las comillas en su sitio, lo que ayuda al dialogar con él. Seguro que lleva razón en lo de que la Iglesia es reformable; aunque convendría añadir "dentro de un orden" por aquello de "Nihil innovetur nisi quod traditum": nada de alterar la tradición con novedades.

"Las reformas incluyen instituciones, costumbres y doctrinas". La teología enseñaba (por lo menos, antes) que hay instituciones "de derecho divino"; y ahí no parece que el reformador pueda meter cuchara. Por el contrario, las instituciones humanas, con el tiempo, pueden devenir caducas. Fatiga de los materiales. Podar la madera muerta es, en principio, una práctica saludable. Ninguna institución se extingue mientras no le corten el presupuesto, observaba con melancolía el inolvidable Benavides.

Curiosamente, el Colegio Cardenalicio, que corona la empingorotada jerarquía eclesiástica, es una institución humana (tal vez demasiado humana). A lo mejor le estorba al clero progresista, como a Sánchez el Senado. Pero imagínate, Monchu, que suprimís de golpe y sopetón el Sacro Colegio Cardenalicio. ¿Qué haría monseñor Cañizares con ese traje de cola tan elegante que le regalaron y que luce solo en contadas ocasiones?

"Costumbres y doctrina": las costumbres, en sentido fuerte ("Mores" en latín), son la moral; y la doctrina, el dogma. Yo que tú, ahí no tocaba; a no ser que quieras fundar una religión nueva. Caso para el que no te arriendo la ganancia. Pues ya ves lo que nos cuesta creer en la que tenemos, siendo la verdadera. Y menos hacerlo en nombre de "los anhelos de progreso expresados en los signos de los tiempos": en nombre del progreso se cometieron muchísimas burradas; y quién discierne los signos de los tiempos, ¿los augures o los arúspices?

A lo mejor llevas razón al considerar "un anacronismo" la exclusión de las mujeres de la jerarquía. Pero danos tiempo (Festina lente!) para hacernos a la idea de una Conferencia Episcopal "cremallera", con obispas de cuota (por Ahora no Podemos, te dirían muchos cristianos). En caso de mudanza, si hay que sacar el piano por el balcón, ¿no convendría proceder extremando la prudencia? Nos lo preguntaba, en los ya remotos tiempos del Concilio, el sapientísimo D. Florentino Arrojo, reticente frente a la efervescencia reformista de entonces, que parecía que iban a tirar la Iglesia por la ventana (y hasta cabe preguntarse si no lo consiguieron).

"No le corresponde a la Iglesia definir la normalidad de los sexos", que es precisamente el charco en que se meten algunos curas hablando de "variantes sexuales de género", como cualquier militante de LGBTI. Esas definiciones son competencia de la Real Academia de la Lengua, que lo ha dejadao muy claro: el género es una propiedad de las palabras y de las cosas; el sexo lo es de los animales y de las personas. Una silla es del género femenino pero no es hembra; un sillón es del género masculino pero no es macho. En español el armario es masculino, en francés es femenino; si además fueran macho y hembra, podrían formar una pareja heterosexual (cosa que, al parecer, no está en los signos de los tiempos).

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