Respeto, colaboración y aprecio
Quiero proclamarlo con la mayor rotundidad: Los políticos han de competir entre sí, con respeto, colaboración y hasta mutua estima; y muy especialmente, en la mejor atención a los problemas de los ciudadanos, a los que en su diversidad representan; lo que ha de constituir su objetivo fundamental. El descrédito y la descalificación a los adversarios, a lo que –con demasiada frecuencia– estamos asistiendo, devalúan también la actuación de quienes las practican, y desprestigian a todos con una gestión política vacía.
¿Qué puedes sugerir? ¿Qué puedes aportar? ¿Qué puedes negociar decorosamente, con pleno respeto a tus principios? Esto es lo que valorarán positivamente todos los ciudadanos responsables, ya sean afines o contrarios a tu ideología.
Subtítulo: Cuando la ponderación en la palabra triunfaba sobre la crispación política
Contemplando el parlamentarismo actual, recuerdo con sincero agrado la misma actividad en la década de los ochenta, como diputado en la Junta General del Principado de Asturias (1.ª Legislatura), y luego como senador electo del Reino de España en la Legislatura 111.ª. Eran años de mayor crispación que los actuales; pero en los que, ni las formas, ni los objetivos se perdían en los escaños de ningún partido. Sin ninguna duda, diría que la clave fundamental estaba en la cuidada ponderación de la palabra que, entonces como siempre, constituye la mejor garantía del buen entendimiento interpersonal, y de la paz social. Educación y buenos modales son la prescripción adecuada. Un poco de imaginación, esfuerzo, desprendimiento para conocer, empatizar y resolver los problemas de los demás pueden dar resultados casi milagrosos; recordando siempre que “prójimo” es exactamente el “próximo”, y que no es necesario hallarlo en las antípodas, buscando también adornos de exotismo, notoriedad y “buenismo”. Además, la tarea es muy fácil, porque lo que se busca está ahí al lado.
Los datos estadísticos que leemos son contundentes: Las pensiones se deterioran de forma progresiva. De la actual población española con cuarenta y seis millones de personas, más de ocho millones viven en la pobreza, y otros seis millones más se acercan a una próxima marginación. La clase media se ha degradado económicamente, ya que casi un tercio de los ciudadanos malviven. Muy mal asunto.
En esta tesitura, hemos de convenir en que el Gobierno y la oposición tienen como tarea principal aliviar esta situación penosa, sin perder ni un minuto de su tiempo en recíprocos y frívolos acosos personales. Se impone centrar toda la atención de unos y otros en ponderar y contrastar los gastos, administrar cuidadosamente los presupuestos y ordenar las prioridades con la mayor sensatez. Esto es hacer política, con mayúsculas. ¿Aprenderemos? ¿Espero sinceramente que así sea? No es difícil, basta con recordar tiempos pasados.
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