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Cordialidad en el cada día

7 de Noviembre del 2018 - RAFAEL GUTI (SEVILLA)

En muchas ocasiones nuestra forma de actuar egoísta y negligente es un obstáculo serio para dar a conocer el rostro amable de Cristo.

Queremos que las personas crean en Jesucristo, queremos que vivan vida cristiana, queremos que se acerquen a esta doctrina salvadora, pero somos poco consecuentes, y con nuestros actos ejercemos un papel patético que desfigura totalmente el mensaje de nuestro Maestro.

San Josemaría en el punto 661 de camino nos dice:

~"Caras largas..., modales bruscos..., facha ridícula..., aire antipático: ¿Así esperas animar a los demás a seguir a Cristo?".

Otras veces en nuestra vida, una y otra vez, resurge un enemigo implacable: el orgullo, la soberbia que impiden que se haga realidad este mensaje de unidad, de paz, de concordia, de diálogo, de cercanía que trae para todos nuestro Señor Jesucristo.

Y haciendo referencia a ello, en otro lugar Escrivá de Balaguer nos anima a examinarnos:

~"Hijo ¿Dónde está el Cristo que las almas buscan en ti?: ¿En tu soberbia? ¿En tus deseos de imponerte a los otros? ¿En esas pequeñeces de carácter en las que no te quieres vencer? ¿En esa tozudez?... ¿Está ahí Cristo? ¡¡No!!".

En demasiadas ocasiones nos dejamos llevar por nuestro genio, por nuestros malos modales, por nuestras desagradables palabras, por nuestra falta de afecto, por nuestro comportamiento desapacible con los demás; y estas personas al vernos actuar y al considerar que decimos que somos cristianos huyen despavoridas, se alejan.

Dada nuestra actitud negativa con ellos y las humillaciones que tienen que sufrir por nuestro comportamiento ingrato, no quieren saber nada ni de nosotros, ni del Cristo en el que creemos.

Es por ello por lo que hacemos mal servicio a la sociedad y a la persona humana en concreto cuándo actuamos con estas incoherencias y con estas formas bruscas.

En el santo Evangelio Jesús dijo:

~"Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados, y yo les daré alivio. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga ligera"

Seguir a Cristo requiere aprender:

~De su naturalidad, de su sencillez, de su humildad, de su anonadamiento, de su serenidad, de su misericordia.

El amor de Dios al hombre es tan fuerte que en él se apoya la vida misma. Pero ese amor ha de tener unas connotaciones como la ternura y la delicadeza, no puede ser un amor: ingrato, desapacible, desalentador, descorazonador, tiene que ser un amor basado en las bienaventuranzas, basado en ese andar terreno de Jesús que cautivaba a todos y especialmente a aquellos que querían vivir por y para los demás.

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