La Nueva España » Cartas de los lectores » Tribuna » El hecho religioso diario

El hecho religioso diario

9 de Octubre del 2018 - Agustín Hevia Ballina

Voy leyendo, a cortos embates, un libro publicado por PPC de Madrid en que se concentra un rimero de artículos publicados en LNE trasvasados a formato librario. Poco a poco voy sumergiéndome en sus vivencias dulces y confortadoras. Hay en él como una obsesión continuada por los libros, por las lecturas, a que conduce, que son como de embriagadora ambrosía. Su autor es un intelectual, más bien diría un consumado intelectual, un pensador profundo, un maestro que ayuda y enseña a pensar. Su estilo es abierto, es comunicativo, translúcido y transparente. Avanzas por el libro línea a línea, página a página, a pequeños trancos, con comedidos pasos. El autor se te va revelando como genuino filósofo. Que es cura y sacerdote lo confirmas a la legua. Para los lectores exigentes escribe depuradamente, deleitosamente, definitoriamente. El autor -lo palpas y constatas a vuelta de la primera página- es hombre de muchas y meditadas lecturas. Se ve que ha leído y releído, lo mismo la Biblia que a Santo Tomás, igual a Thomas Mann que a Kafka, o a G. K. Chesterton, o a Moro, el de “Utopía”, sin solución. El autor es persona que se ha embebido en los Cánones del Concilio de Trento casi como en Mounier, o en Levinas, o en los periódicos del día, en profusión. Que te habla del mensaje de Picasso, o de Paul Gaugin, o de Cranach el Viejo, con la misma soltura que de Matthias Grünewald, o de Goya, o de Velázquez. De quien mucho ha leído, obviamente, mucho has de esperar, en calidad de devolución, de su estilo, de sus contenidos y de su comunicar.

Para nuestro autor cada día trae su propia cuita, como si, citando al autor del Libro del Eclesiástico, que conoce muy bien del tiempo, que es el del periódico diario, que nos lo descubre como tiempo para nacer y tiempo para morir, un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar, un tiempo para destruir y un tiempo para edificar, un tiempo para sembrar y un tiempo para recolectar, un tiempo para llorar y un tiempo para reír, un tiempo, en fin, para cada cosa y un tiempo para su contrario en esencialidad. El libro de nuestro autor es como un esenciero o un pastillero, del que vas tomando el elixir costoso o la cápsula más apropiada. En todo momento siempre hay calor en lo transmitido con generosidad, o bien, ¿es meramente un pensamiento portador del más exquisito sabor? ¿Es ello esencias de religiosidad, o es teología de alta elucubración? ¿Es todo ello como un baño de cadencias, de frases bien logradas, exquisitamente conformadas o es una idea o un concepto pasado por alambiques de sublimidad? ¿Es, más bien, un brocado precioso, cuidadosamente guardado en el arca, del que podrás ir extrayendo lo más hodierno, mezclado con lo más caduco por vetustez? ¿Es una elevación a alturas de dilatadísimos panoramas o es una urdimbre bien hilvanada, bien zurcida o deleitosamente trenzada en prioridad?

SUMARIO:

Un libro de Jorge Juan Fernández Sangrador para embeberse de periodismo cultural

No hay párrafos que tengas que leer dos veces para comprenderlos y descifrarlos; si los lees y los relees hasta dos y tres veces, no es porque no los entiendas, es para deleitarte con ellos, para sacarles más el zumo de la intelección, para sumergirte más en ellos, para embeberte, para empaparte más, hasta llegar a la plena empatía, que te acerque del todo al regusto de la comprensibilidad. El lenguaje del autor se halla, en este libro, transido de figuras literarias, de metáforas, de metonimias, de sinécdoques, de símiles y comparaciones, de embellecedoras alegorías. Es un estilo depurado y conciso, abundoso en enumeraciones trimembres o quadrimembres, de tal o cual cláusula métrica con que embellecer los periodos en profusión. El autor es prolijo en las figuras de pensamiento, en el uso de la poética horaciana, en el recurso a la Retórica, al modo ciceroniano o al quintilianeo. Sábete que el autor te está llevando por derroteros en que abunda lo poético, lo elevado y sublime, con una prosa no la de andar por casa, sino la purificada de escorias, la que lleva a sentimientos de altura, a pensamientos de sublimidad en lo más hondo del corazón, sin alharacas superfluas, con rasgos de ejemplaridad, de paradigmatismos sin fin. A veces pareceríate estar leyendo a Virgilio o a Catulo, a Séneca o a San Agustín, llevándote por sutil proceso y lento caminar a la médula del pensar, allí donde alma y espíritu, donde, como por espada de doble filo, se separan y se dividen las entrañas y las interiores coyunturas para dar paso a la mismidad del alma en prolijidad.

Hay en este hermoso y sugerente libro juegos de sinonimias, hay elucubraciones de pensamiento, hay palabras y vocablos, que te hacen ayudarte, de la Real Academia, cuyas normas y directrices sigue el autor con fidelidad. No importa que sean arcaísmos, que sean términos cargados de poesía, el pensamiento sigue siendo nítido, transparente, trabajado y elocuente, expresivo de siembras en que el autor alcanza a lograr para tu espíritu serenidad de alma y luminosidad para el corazón. Más de quinientos topónimos y más de ochocientos nombres de persona afloran en el libro para inocularle realismo, para transmitirte la ilusión de que todos ayudan a la comprensión del espíritu, todos forman para tu delectación como teselas de un abigarrado mosaico, que placenteramente eres invitado a desentrañar. Por entre terrones informes van emergiendo, a golpes de mancera y a tirones de mancuerna, los surcos de que brotará el deleitamiento y la fruición del alma tras el duro bregar. El autor se muestra “Labrador” consumado, no en vano su nombre sabe a “gheorgios”, que es el trabajador de la tierra del humano y diario vivir. De ahí saldrá la cosecha granada en plenitud, colegida en múltiples gavillas de trigo candeal y esa nominación del que labora y reelabora la tierra, del que riega y torna a regar, para convertirla en ansiada fecundidad, la tierra que él riega más y más, hasta llevar la mies a copiosa recolección, dejándote en el alma la cálida impresión de que el autor siembra, pero el que hace la recolecta eres tú. Es cual Palabra de Dios, la Biblia nuestra de cada día, la última letra del periódico del diario vivir, la página postrera de tu Biblia de todos los días, que da culminación al Apocalipsis terminal. Envió el dueño de la mies operarios a su mies para cumplir la recogida, para que lleven a efecto la siega fructuosa y fructificante de pensamientos, de ideas y de enriquecimiento interior, la siembra que, entre trabajos de agobio, hizo culminar en cosecha el labrador.

En este libro, que leo con fruición, no hay granos de desperdicio, no hay espigas traicioneras y vacuas, no hay en absoluto presencia de cizañas, todo es recolecta, que sabe a colegir en común, que apunta, en cálida semántica, a la cosecha, a la recogida, que es colecta, que es cosecha, que es el “hecho religioso diario” a que el autor te orienta para que logres enriquecer el cosechar nuestro de cada día, que nos da, cotidiano, el dueño de la mies. Hasta el día de hoy, me venían recomiendo los hondones del espíritu, los textos bien medidos de nuestro autor, pasados por el tamiz de su intenso pensar, por el alambique de los sabrosos licores que la uva, pisada en el lagar, dejó fluir y como destilar de su intimidad, siendo el libro que nos ocupa cual alquitara de que acaba filtrándose el zumo de la recogida en sazón. Como si fuera un buen enólogo, un experimentado catador de los vinos del pensamiento nos los sirve en abastada bandeja, su autor, para la más exquisita degustación. Cada día voy leyendo y extraigo mi porción de cotidiana ración de lo que supone no estragar el regusto interior, la parte de elixir o ambrosía, que es néctar de dioses, que es manjar y comida -ambrosía-de inmortalidad y que a mí como a ti nos corresponde.

Cartas

Número de cartas: 45584

Número de cartas en Julio: 45

Tribunas

Número de tribunas: 2069

Número de tribunas en Julio: 2

Condiciones
Enviar carta por internet

Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.

» Formulario de envío.

Enviar carta por correo convencional

Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:

Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo
Buscador