La caza..., siempre la caza, ¡señor Hartasánchez, ya está bien!
Sostiene Hartasánchez, el del FAPAS, en esa arraigada peculiaridad que se le observa de echar "balones fuera" buscando beneficio para aquello que representa, cuando de caza se trata y habla, que en los espacios naturales donde la actividad cinegética desarrolla su buen ejercicio, coincide en el tiempo y el lugar con la pérdida muy significativa del nivel poblacional e incluso llegando a la desaparición del urogallo cantábrico de su entorno. No es tanto así, puesto que las causas son otras muchas, señaladas objetivamente a través del rigor científico y no por la opinión de un aficionado. En algo se contradice Hartasánchez cuando ha dejado dicho, tiempo atrás, que desde el ecologismo del que es parte y convertido en figura destacada, no se ha hecho lo suficiente por la supervivencia de esta "gallinacea".
La caza, que se tenga constancia, se viene practicando en los bosques de la cordillera Cantábrica con bastante intensidad desde hace siglos y, no por ello, este "Gallo Montés" había sufrido merma significativa en sus hábitats en tan corto espacio de tiempo en cuanto a su demografía se refiere, a pesar de que su caza quedó prohibida hace cuarenta años. Sin duda, son muchas las causas para relacionar en una sola a la caza tradicional, como factor determinante en este "fin de la cita" que se prevé muy próximo (a decir de los expertos), si antes no se le pone remedio, para este ave tan emblemática, verdadero icono que lo ha sido para los asturianos.
El ecologismo, tan activo y eficaz en otras cuestiones que han sido reconocidas sin ningún tipo de ambages desde el mismo sector cinegético, de quien ha recibido el compromiso de apoyar a su labor en distintas ocasiones, no se ha hecho ningún tipo de autocrítica para este asunto. Sólo deseos de cambios en el modelo de gestión de la caza. Parece que esta es la "tecla" que hay que tocar de forma acertada para solucionar el problema. Muy lejos de la realidad.
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