Descoyuntamientos
En diversos medios de comunicación social, ya circulan noticias de que se diseñan nuevas candidaturas electorales para construir “tripartitos”, que –como ustedes bien conocen– son formaciones políticas profundamente ineficaces, que se han ensayado a escala nacional, autonómica y municipal, que sólo sirven para gobernar en precario. Madrid, Barcelona y otras ciudades, de cuyo no quiero acordarme, son conocidas muestras de ello.
El montaje es tan sencillo como disparatado: imagínense una carrera en la que tres competidores colistas suman más puntos que el primero en pisar la meta y se decide que uno de este trío es el ganador pírrico de la prueba. Luego –claro está– el supuesto vencedor ha de compartir el éxito con sus imprescindibles colaboradores. ¿Se pondrá de acuerdo en las tareas de gobierno? Por supuesto que no; pero cada uno será un sátrapa en la parcela de poder que se le adjudique, y así no harán falta acuerdos ningunos. Éste es el nuevo “modus operandi”.
Es obvio que esta falsa solución está abocada a grandes fracasos: Un “Ayuntamiento” es, por definición, “una Corporación”; es decir, una suma “integrada” de gestores municipales, lo que implica, necesariamente, contrastes de opinión, diferencias de criterio, acuerdos de objetivos y de procedimiento y colaboraciones entre diversos ediles, tanto del mismo grupo, como con otros contrarios. Si cada munícipe asume poderes exclusivos en un área determinada, se convierte en un sátrapa o dictador. Así el tripartito deriva en “pluripartito”, y el Ayuntamiento deviene en “desayuntamiento”. Los ciudadanos son víctimas de ese desarticulado liderazgo plural, que necesariamente ha de terminar en “desmadre” si hubiera alcaldesa, o en “despadre”, si quien teóricamente preside la junta municipal es un alcalde.
Imagínense ustedes un regimiento en el que el coronel no puede mandar, y en el que cada capitán ordena lo que le parece en su compañía. Sólo sería concebible en el ejército de Pancho Villa.
Extiendan el modelo descrito a la gobernanza de la nación, permitiendo que cada ministro opere por su cuenta y riesgo, y según sus exclusivas y geniales ocurrencias. ¡Dios nos asista!
Supongan análogamente, que cada presidente de comunidad autónoma decida lo que le apetezca y electoralmente le convenga, como ya estamos dramáticamente viviendo en algunas regiones españolas.
Observen el mismo tratamiento en las esferas municipales, de la que tenemos tristes ejemplos.
A menor nivel y más íntimo, pueden ensayarlo también en las familias; pero sólo si les importa un rábano las duras e inevitables consecuencias.
Estructuras así concebidas me recuerdan aquella desajustada banda de pueblo a la que su indulgente director llegó a gritar ya desesperado: Hijos míos, paso por que entréis a destiempo; puedo tolerar que desafinéis; pero, ¡por favor!, tocad todos la misma partitura.
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