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Incompetencia inherente

7 de Noviembre del 2018 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

A la incompetencia no le compete preocuparse del futuro; a la competencia sí. En tiempos tan cambiantes como los actuales, la competencia va ligada al aprendizaje permanente para afrontar el futuro. Pero, si algo hay que hayamos menospreciado en Asturias, es la formación permanente. Justificamos tal hecho en una perorata: "quien impidió la revolución que nos mantenga". Como en "El reposo del guerrero", donde parasitaba un suicida prejubilado de la vida productiva.

Europa establecía hace lustros que: «Un marco europeo debería definir las nuevas cualificaciones básicas que deben proporcionarse a través de la formación continua: cualificaciones en materia de TI, idiomas extranjeros, cultura tecnológica, espíritu empresarial y habilidades para la socialización». El asalariado se extingue, pero la actividad emprendedora asociada (a un concertado porcentaje de los beneficios) no. La productividad rentable tendrá robots en el campo, la mar, y la industria. Y exigirá cultura tecnológica en: mecanismos, montaje y sustitución de racks electrónicos, oleohidráulica, neumática, sensórica y, de un modo especial, cultura extranjera e idiomas. No era sencillo entonces, cuando lo recomendaba el Consejo Europeo de Lisboa en marzo del 2000, pero ahora, con la globalización de los conocimientos y con la ayuda de la IA, será mucho más fácil para las personas que posean las 'capacidades básicas' necesarias. Esas personas, sí obtendrán ocupaciones productivas propias de una sociedad del conocimiento.

No ocurre totalmente así en Asturias. La incompetencia nos ha hecho consumistas despreocupados. Víctimas exigentes de un reparto más justo de la riqueza. Pero: ¿quién se ocupa de la riqueza? ¿Cómo alcanzar la competencia productiva para poder principiar el reparto de la riqueza y abandonar el precariado? Aquí, ni siquiera se han potenciado las instituciones para el aprendizaje permanente de calidad en base a excelentes 'capacidades básicas' previas. Tampoco tenemos productivos robots de fabricación propia, por lo que, aunque los tuviésemos, seríamos dependientes. Dichas 'capacidades básicas' deberían serlo en el lenguaje matemático, y en el lógico secuencial de los algoritmos. Claro que, si no se tienen esas excelentes 'capacidades básicas', y en cambio se prima al lenguaje localista, la incompetencia se hace enfermedad crónica, y las innovaciones productivas serán difíciles. «Los asalariados deben, a un tiempo, actualizar las aptitudes específicas inherentes a su puesto de trabajo y adquirir las competencias genéricas que les permitan adaptarse al cambio», recomendó Europa en 2004. Así que, estando los asalariados camino de la extinción, si encima se les escamotea la posibilidad de una buena formación permanente, y se ridiculiza el plan de Bolonia (por aquellos que deberían aplicarlo) o se hace caso omiso del EQF como si Europa se equivocase. Entonces la incompetencia se hará crónica.

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