España y sus costumbres anacrónicas
Miro desde un punto de vista totalmente aséptico las imágenes que año tras año muestra la televisión del día 12 de octubre, día en el que desfilan las Fuerzas Armadas delante de una tribuna desde donde las ven pasar los Reyes y las distintas personalidades del Estado español.
Me quedo perplejo al ver que no me siento identificado con todo lo que allí ocurre porque no me gusta la puesta en escena de nada de lo que se escenifica. Me parece que representa la España de unos pocos que quieren la unidad del territorio español a base del ordeno y mando y el deseo de que acatemos las formas castrenses y totalitarias de los que quieren una España a su medida.
Me da que pensar los abucheos al presidente del Gobierno, legalmente designado conforme a nuestra Constitución, de una parte de los allí presentes y no entiendo el porqué.
En España tenemos una ley de leyes, que es la Constitución, y que debería ser de uso obligatorio en todos los hogares para ser ojeada de vez en cuando y procurar ser más respetuosos con los artículos que de ella emanan. En su artículo 2 nos dice lo que es la nación española.
Los primeros que no la respetan son los políticos con sus torticeras formas de interpretarla y los que con sus intereses partidistas están consiguiendo la confrontación entre los diferentes territorios del Estado español.
Los españoles los votamos cada cuatro años para que, a través del diálogo político y siguiendo escrupulosamente las leyes, lleguen a acuerdos y hagan de la España autonómica una sociedad libre e igualitaria donde no haya rencillas ni diferencias identitarias por pertenecer a una u otra comunidad.
Da pena ver que desde la llamada Transición no se haya llegado a ningún acuerdo en lo referente a lo que aludo en mi carta. No es normal, desde mi punto de vista, que no estén desfilando este día las diferentes fuerzas de seguridad del Estado y de las CC AA. O todas o ninguna, pienso yo.
Seguimos siendo una nación inacabada mientras ocurran estas cosas. Es prioritario, antes que nada, llegar a una identidad común donde nos respetemos todos.
Es incongruente que los más numerosos quieran sojuzgar a aquellos pocos que no siguen sus formas de pensar. Si no los quieren, que los dejen seguir su camino. A su vez, no es de recibo que esos pocos quieran dejar de lado a la mitad de su población que no piensa como ellos y no desea seguir sus veleidades independentistas a llevarles a existir de una nación a la que quieren seguir perteneciendo.
Es un problema enquistado desde hace siglos atrás que hay que resolver tarde o temprano y que la clase política no tiene capacidad ni sabiduría para ello. Lo que no es de recibo es que las costumbres atávicas sigan celebrándose de una forma en la que no estén presentes otras fuerzas de seguridad pertenecientes al Estado español.
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