Cuando una broma pasa a ser acoso
Todos hemos sido menores y gastado bromas, pero se nos daba un toque y cesábamos. Hoy en día los menores no sólo están con toda serie de derechos sino que se olvidan de que los demás también los tenemos.
Desde julio de este año sufro la típica broma de picar al timbre de casa; ésta no tendría mayor importancia de no ser que es sólo mi casa, sino que a pesar de dialogar con ellos pasan de todo y continúan esperando a hacerlo cuando llego de mi trabajo a la noche.
Cuando esto se hace no sólo reiteradamente sino que se espera a que estemos en casa, deja de ser una broma.
Tengo derecho a mi intimidad, a estar en mi casa tranquilamente, a mi privacidad.
Es sencillo decir coger a quienes lo hacen, se encubren unos a otros y los padres creen que tienen unos angelitos.
Es lamentable llegar a pensar en vender la casa en la que hemos puesto ilusión y sacrificio a causa de unos menores de 11 años en adelante que se encubren unos a otros.
Siempre es el "yo no he sido".
Espero que los padres que lean esto intenten ponerse en mi piel y entiendan.
Evidentemente, no pongo los nombres de los menores.
Ya no soy libre de salir, pues he de atravesar el parque y siempre hay frases ofensivas a las que no hago caso, pero todo tiene un límite.
Si mi límite toca fondo, estallaré y será entonces cuando se enteren de que sus hijos han gastado una broma de nada, una chiquillada, pero que ya dura desde julio de este año.
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