Para Juan y Diego, con cariño
Estimados chicos: Me cuentan que son ustedes premios fin de grado, dos estudiantes brillantes, mentes vivaces que han certificado un aprovechamiento óptimo en el aprendizaje de la pedagogía y la psicología (¡casi nada!). Pero permítanme que les diga, y no me lo tomen a mal, que su discurso impostado, facilón y enternecedoramente progre me recuerda a mí cuando era tanto o más imbécil que ustedes (supongo que ustedes me tutearían aunque yo no lo aprobara, pero en mi caso voy a mantenerme fiel a las normas de cortesía). Sus expedientes avalan que al menos tienen buena retentiva, así que quizá en el futuro recuerden que alguien mayor que se siente no muy inferior moralmente les llevó la contraria, y que lo hizo poniéndose una camiseta de papel y tinta y no de poliéster cutre, para demostrarles que los que revelan consideración y respeto hacia las instituciones no somos necesariamente representantes de un heteropatriarcado fascista y reaccionario (creo que se dice así, aunque deben disculparme si no domino como debiera la neolingua). Personalmente creo que desperdiciar la ocasión de conocer a los galardonados con los premios “Princesa” es algo de lo que tendrán la oportunidad de arrepentirse toda la vida; verán como cuando algún día sepan quién es Scorsese o lean en el dentista a Fred Vargas (que es una señora), les correrá por el cuerpo un prurito incómodo que ni siquiera un botellón solidario podrá aliviar. Pero lo que repruebo es que dos tíos que han estudiado con beca del “Estado opresor” (¿o quizá son hijos de papá?) y que a la vuelta de unos pocos y prescindibles cursos de cansina y redundante formación aspirarán a ser funcionarios “pisoteando” a “sus iguales” en una “oposición de mierda”, se permitan juzgar (y condenar) con desahogada ligereza a todo bicho viviente, desde la monarquía hasta los miembros del patronato, pasando por el género humano todo. Aunque ustedes no lo reconozcan, la Universidad que ampara su supuesta cualificación es obra de cuantos les precedieron en el empeño de que todos (y todas) tuvieran estudios superiores, de una determinación compartida por mejorar las condiciones de vida de los habitantes de un país asolado por la ruina moral, la represión política y la desigualdad social, algo que ustedes desconocen porque no lo vivieron, lo sintieron o lo padecieron. Eso sí, estoy de acuerdo con ustedes en que no son dignos del honor que se les brinda. Se han creído aquello de que el principal problema de España es la monarquía, el capitalismo o los que se resisten a modificar la gramática. Pero sepan que no es así: la principal lacra es la ignorancia, y con ella las voluntades entregadas al mensaje político-publicitario de turno. Espero que en el futuro podamos celebrar los éxitos de ambos sin sentir que la losa de esa superioridad que tan tempranamente sostienen entre los dos nos vaya a sepultar a todos en el Valle de los Caídos.
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