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El ecologismo quiere cambiar el modelo de gestionar la caza en Asturias

5 de Noviembre del 2018 - Eduardo Bros Martínez (Oviedo)

Es una propuesta hostil de claro matiz intervencionista, efectuada por un cargo del sector ecologista con sede en el Principado, enviada al espacio interpretativo de la opinión pública, como medida preventiva e influyente que facilite preservar los últimos vestigios en la Cordillera Cantábrica de una especie silvestre tan sumamente emblemática como es el urogallo cantábrico.

El asunto esencial que está en juego nada tiene que ver con un discurso que se antoja incorrecto y confusionista, por cuanto se insinúa que la práctica de la caza intercede de forma negativa en la ansiada recuperación de este ave cantábrica. Nada que ver. El caso es que se pretende producir un cambio en las normas que rigen para la actividad de la cinegética asturiana que, de llevarse a efecto, cosa por ahora muy difícil, dada la actual aritmética parlamentaria, se hallaría la respuesta eficaz al problema de la desaparición del urogallo de los bosques de la cordillera sustituyendo para ello los usos y costumbres de la caza tradicional, incluso prohibiéndola allí donde se considerase necesario, para que nuestro "Gallo Montés" encuentre, de una vez por todas, el antídoto eficaz al problema demográfico que viene padeciendo. Parece que esta necesidad estimulada por quienes la promueven es toda la "herramienta eficaz" que se necesita y no otra, para que este ave vuelva a poblar sus espacios de querencia en la naturaleza, al igual que lo hacía antaño mientras la caza seguía con su actividad en el propio hábitat sin que por ello sufriera la causa de un declive de tan dramáticas consecuencias.

Poner a la caza como el paradigma de las desdichas del urogallo y no ahondar en autocríticas al fenomenal fracaso cosechado por el ecologismo, debido a su desdén demostrado antaño en numerosas ocasiones por estos grupos, en un tema de tan especial importancia y sensibilidad como este, por lo que supone, es pretender enviar respuestas equívocas que sirvan para distraer la atención y permitan evadirse de ser señalados de tener uno de los mayores grado de culpabilidad.

Es muy posible que la ley de Asturias de la Caza esté necesitada de cambios o reformas que conlleven ciertos contenidos innovadores sobre algunos de sus pasajes. Se debiera considerar la posibilidad de adaptarla a los aconteceres que se suceden en su tiempo actual. Se trata de una veterana y magnifica ley próxima a cumplir los treinta años de antigüedad que ha venido prestando un gran servicio, no sólo a los cazadores asturianos de todos las extractos sociales, sino que también a la ciudadanía en su conjunto, cuestiones por las que no se debiera nunca quitarle el carácter social que la caracteriza.

En Asturias se caza con una gran frecuencia e intensidad en época de veda abierta en todo su territorio, a excepción hecha de las clasificadas Zonas de Seguridad y en determinadas áreas ex-profeso de las reservas y parques, reductos de los últimos ejemplares de urogallos; lo faculta la alta densidad de una diversa fauna cinegética bien gestionada en casi todos los cotos sociales que ha colonizado multitud de asentamientos naturales, cuyo aprovechamiento anual reglado y sostenible se hace bajo las directrices reflejadas en los sucesivos planes de caza. Reducir la caza en espacios concretos, donde aún quedan las últimas señales de la presencia de este ave, a lo que los cazadores opondríamos pocas cosas que decir (se ha prestado siempre la debida colaboración cuando hemos sido requeridos en relación con la protección del oso), es bien distinto a un cambio sustancial en la gestión de la caza que necesita de otros mecanismos de carácter integrador y no excluyente.

Es conveniente hacer la salvedad del impacto decisivo que tiene la caza, entre otras cosas, en la recuperación de especies protegidas. El problema es que para el urogallo nunca se han confeccionado estrategias por nadie, de ningún tipo. De lo que se deduce que no es razón para poner en evidencia cualquier aspecto que le otorgue directa e indebidamente culpabilidad en un tema de tanta sensibilidad, originado por causas distintas según rigurosos dictámenes emitidos por expertos en la materia, que no han encontrado en la actividad responsable de la caza razones suficientes para involucrarla tan directamente en el problema que se ha creado y que parece que todo el mundo se quiere evadir de la responsabilidad.

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