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¡No eches a Cristo de tus Navidades!

30 de Diciembre del 2008 - Alberto Torga y Llamedo

De los cuatro evangelistas, sólo dos,-Mateo y Lucas-, hacen referencia al nacimiento y niñez de Jesús. Pero el único dato histórico que nos aportan es que nació en tiempos del emperador romano Cesar Augusto, siendo Cirino Gobernador de Siria y Herodes el Grande, rey de Judea.

También nos cuenta Lucas que sus padres, María y José, tuvieron que hacer un recorrido de más de cien kilómetros desde Nazaret, donde vivían, hasta Belén, cuna de sus mayores, para censarse, y que Jesús nació en una cueva, refugio de animales en las afueras de esta ciudad, debido a que a sus padres, forasteros y pobres, les dieron con la puerta en las narices en todas las casas donde pidieron alojamiento.

Lo que ignoramos totalmente es el día y el mes del nacimiento: dato intrascendente para un oriental. Tampoco sabemos el año exacto, pues el cálculo que hizo el monje Dionisio el Exiguo en el año 526 de que Jesús nació el 753 después de la fundación de Roma,- poniendo en esa fecha el comienzo de la era cristiana-, parece que no es exacto: con los datos de que disponemos hoy Jesús debió nacer cuatro o cinco años antes.

¿Por que celebramos entonces la fiesta del nacimiento de Jesús el 25 de diciembre? Por una razón de práctica pastoral. Cuando el año 313 el emperador Constantino el Grande dio plena libertad a los cristianos,- que habían sido terriblemente perseguidos en los siglos precedentes-, estos crecieron rápidamente e intentaron acabar con las costumbres paganas más denigrantes: entre ellas, con las bacanales que tenían lugar al comienzo del invierno en honor del “sol invicto”, para celebrar que la luz del día, que parecía que la iba a tragar la oscuridad de la noche según avanzaban los días de diciembre-, comenzaba a remontar el vuelo a partir del solsticio de invierno.

Los cristianos eran conscientes de que no es posible acabar con una costumbre arraigada sin introducir otra de mucho gancho. Por eso, en el año 336, comenzaron a celebrar con toda intención la fiesta del nacimiento de Jesucristo, “Sol invicto”, el 25 de diciembre. El intento tuvo éxito y la celebración pagana acabó eclipsada y olvidada por la fiesta cristiana de la Navidad.

Ahora los cristianos hemos perdido empuje, nos estamos dejando comer el terreno y estamos desandando el camino, convirtiendo la fiesta cristiana de la Navidad,- el nacimiento de Cristo en la extrema pobreza de Belén-, en una fiesta pagana, sucumbiendo al embate de la sociedad de consumo: regalos, adornos, marisco, jamón, pavo, vinos escogidos, champán, turrón, licores…, pese a la profunda crisis que ya se está notando, sobre todo en los hogares más modestos.

Para muchos la Navidad ha llegado a ser únicamente una fiesta familiar. No es que sea malo, ni mucho menos, que la familia dispersa se reúna en la “noche santa”. Lo que es lamentable es que se pierda el sentido religioso de la fiesta navideña y que ésta se celebre sin referencia alguna al misterio de la entrada de Dios en nuestra historia.

En muchos hogares en los que no faltan los adornos navideños, los regalos y una copiosa cena el día de Nochebuena, propiamente no celebran la Navidad, ya que han echado a Cristo de la misma.

No se trata ciertamente, en la mayoría de los casos, de mala intención, sino más bien de inconsciencia y de dejarnos llevar por el ambiente que nos puede y arrastra.

Aunque tampoco faltan voces que, desde instancias que se denominan “progres”, propugnan convertir la Navidad en una especie de Fiesta de Invierno, despojándola de todo carácter cristiano y convirtiéndola en unos días de vacaciones, en los que se intercambian regalos, se adornan las casas de una manera especial y se celebran cenas copiosas regadas con abundante alcohol.

Pero en esto son poco originales, pues ya se les adelantó en el intento, hace unos 70 años, un personaje siniestro denominado Adolf Hitler.

Hoy esos intentos tienen un carácter abiertamente laicista, que trata de borrar todos rastro cristiano de la Navidad. No hay más que ver los adornos de las calles de las principales ciudades y villas asturianas, de las que está ausente toda referencia al misterio cristiano de la Navidad.

El eslogan no es “¡Feliz Navidad!” sino “¡Felices Fiestas!”. Y en los adornos lo único que aparecen son trineos, la imbecilidad francesa de Papá Noel y estrellas de cinco puntas (la comunista), en contraposición a la estrella de David con seis puntas. En cambio están totalmente ausentes el “portal”, los ángeles, los pastores y los reyes magos.

Por eso me permito unas sugerencias a las familias cristianas: que, al inicio de la cena de Nochebuena, hagan una referencia explícita al significado de la fiesta, leyendo el texto del evangelio de Lucas (2, 1-20) o rezando una oración y cantando un villancico. Y que el día de Navidad participen en la Misa y entreguen una parte proporcional de los gastos extras de estos días (lotería, regalos, bebidas, turrón, marisco) para Caritas o para alguna Misión del tercer mundo.

Y desde aquí hago mío el llamamiento que hizo una párroco castellano, al principio de los años cincuenta del siglo pasado, al colocar en la plaza de la iglesia una pancarta de grandes dimensiones con el texto: “¡No eches a Cristo de tus Navidades!”

Alberto Torga y Llamedo

Sacerdote jubilado en Nava

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