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Franco por la culata

30 de Octubre del 2018 - Ramón Alonso Nieda (FUENTES- ARRIONDAS)

"Virgencita, que me quede como estaba". Esta frase que el chiste pone en boca de un peregrino a Lourdes es de plena aplicación al Gobierno de Sánchez con la trashumancia de Franco. Porque con el traslado de sus restos de la sierra al corazón de Madrid, más que acabar con una presunta "exaltación del Caudillo", al contrario, se la lleva al paroxismo. Imagínese que hubiese sido idea de cualquier sector de la derecha sacar a Franco de Cuelgamuros para enterrarlo en la Almudena. Frente al Palacio Real, junto a la plaza de Oriente.

La iniciativa habría suscitado la oposición en bloque, airada y escandalizada, del Gobierno de Sánchez con todos los asteroides que arrastra la cola del cometa; Podemos-IU, PNV-Bildu, los catalanes del golpe... El Gobierno no decidió traer a Franco a la Almudena pero abrió esa posibilidad, para él inesperada, al decidir por decreto sacarlo del Valle de los Caídos. Enterrarlo allí había sido una decisión de Estado (adoptada por el Rey Juan Carlos). Desenterrarlo ahora es decisión oportunista de un Gobierno políticamente en precario.

Oportunista, no necesariamente oportuna. A la prepotencia del Gobierno le sale Franco por la culata. Éste es el efecto mariposa: Franco desenterrado queda en manos de la familia Franco. En una sociedad civilizada sólo la familia puede poner las manos sobre sus muertos. Objetará la afamada teóloga Elisa Beni que manejamos aquí "un concepto judeo-cristiano" (cosa mala, al parecer); pero es en la tragedia de Sófocles donde Antígona encarna la familia que opone al poder del Estado (Anacreonte) la ley ancestral de enterrar a sus muertos. Sin más límites que los de la ley, los Franco pueden enterrar al suyo donde les plazca.

En el 31, para suprimir la Compañía de Jesús fingiendo respetar la libertad religiosa, el Gobierno de Azaña recurrió al subterfugio de prohibir las organizaciones "sujetas a obediencia a un Estado extranjero" (los jesuitas tienen voto de obediencia al Papa y el Vaticano es un Estado). Este Gobierno, que denuncia los Acuerdos del 79 con la Santa Sede, manda a la Vicepresidenta muy empeinetada a pedir que el Vaticano ordene a los obispos oponerse al sepelio de Franco en la Almudena (lo mismo les da Juana que su hermana).

Pero Franco murió sacramentado y ni el Papa se puede oponer a que lo entierren en sagrado donde la familia decida. Además, entra dentro de lo verosímil que al PSOE de Sánchez, abducido en un Frente Popular puro y duro, con los comunistas recrecidos y los nacionalistas alzados, le convenga levantar el simulacro de una simetría guerracivilista con una derecha aparcada, cara al sol, en la plaza de Oriente junto a Franco. Aunque más de un socialista sensato estará deseando a estas alturas que Franco se quede donde estaba.

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