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Pelayo, según el drama "Muerte de Munuza"

30 de Octubre del 2018 - Fidel García Martínez (a)

Jovellanos pertenece a la élite cultural del reinado de Carlos III, reformista de la sociedad española en todos los aspectos y que tienen una relevancia en la literatura y en la arquitectura. En cuanto al drama, sigue las ideas estéticas de la famosa Poética de Ignacio de Luzán con sus teorías sobre cómo el arte debe estar en función de normas fijas y regido por principios racionales; la obra de teatro debe estar sujeta a las tres famosas unidades de lugar, tiempo y acción. Así, Jovellanos compone su drama en función de estas tres unidades: refleja lo ocurrido en un solo lugar, Gijón, y un solo tiempo, el que dura la acción, sin admitir más tema que el que sirva de núcleo de la acción: el tiranicidio de Munuza. Como era común en los dramaturgos de su tiempo, pretende resaltar el patriotismo y mentalizar a la clase dirigente. Una de estas tragedias, por ejemplo, es la Hormesinda de Nicolás Fernández de Moratín, que tiene un correlato muy parecido en el Pelayo.

Para Jovellanos, la finalidad de la tragedia es clara: fortalecer las raíces de la monarquía, la estima del pasado histórico español, así como una enseñanza moral. Se une lo sociopolítico y lo moral. Trata del tiranicidio, motivado por un tema amoroso, con claros referentes a la honra. En el Pelayo, en el personaje, hermana Dosinda, se funde la moral ilustrada con el sacrificio patriótico. Es una obra dramática prematura juvenil, escrita en Sevilla, en 1769, su primer esbozo de su drama histórico Pelayo será terminado y preparado para la imprenta en 1773. Se estrena en Gijón, durante un viaje de Jovellanos, por aficionados dirigidos por el mismo Jovellanos. En 1790 se estrena en Madrid. La obra está dividida en cinco actos según el esquema clásico: exposición, nudo y desenlace. Las personas (personajes) son Munuza (gobernador de Gijón), Pelayo (duque de Cantabria), Hormesinda (hermana de Pelayo), Rogundo (señor principal de Gijón, prometido de Dosinda), Suero (amigo de Pelayo), Acmeth (jefe de la guardia de Munuza), Kerim (oficial moro), Ingunda (confidente de Hormesinda, guardias de Munuza, ciudadanos de Gijón).

En cuanto a los nombres, aunque el título de la obra en un principio era la Muerte de Munuza, Jovellanos prefirió el nombre de Pelayo, no por razones dramáticas, sino históricas, pues se trata de episodios, como otros episodios (Numancia, Sagunto…) preferidos por los dramaturgos. Eso fue lo que hizo por ejemplo Moratín con su Hormesinda, o Quintana con su Pelayo. Las razones por las que Jovellanos prefirió llamar a su tragedia directamente Pelayo las expone él mismo: “Aunque pudiera intitular esta tragedia Muerte de Munuza, he querido distinguirla con el ilustre nombre de Pelayo, tomando como fundamento de su título, no de la acción, sino de la persona más famosa que interviene en ella. Por la misma razón me abstuve de imitar al señor Moratín, que a la suya (su obra dramática) el nombre de Hormesinda. Esta persona, cuya existencia no está aún probada y cuyos amores pasan por fabulosos. No debe dar nombre a un drama”.

Sobre el nombre de Dosinda, escribe: “Todos habrán extrañado que demos este nombre a la hermana de Pelayo, a quien otros llaman Hormesinda. Debe advertirse que los historiadores que refieren los amores de Munuza con la hermana de Pelayo no han señalado a esta señora nombre alguno. Jovellanos sigue la opinión autorizada de P. Soto y de otros historiadores y se inclina por el nombre de Dosinda.

Gijón: sobre por qué elige Gijón como lugar donde transcurre la acción dramática, Jovellanos afirma que todos los autores que cuentan los amores de Munuza con la hermana de Pelayo Dosinda suponen que fue Gijón el teatro de ellos y aunque la muerte de Munuza no fue en Gijón sino Olalies, perseguido de los mismos asturianos después de la batalla de Covadonga. Hay que decir que la razón por la que Munuza muere en Gijón está en función de la estructura de la acción dramática que según las reglas de las tres unidades había que respetar la unidad de lugar, tiempo y acción. De hecho, la acción (el tiranicidio) transcurre en el atrio del palacio de Munuza. El drama está pensado por fomentar el patriotismo del espectador e interesarlo en la historia épica de España.

Nos presenta una visión idealizada del héroe de la Reconquista que no es otro que Pelayo, aunque la fuerza dramática trágica de la obra recaiga en Munuza, que con su pasión desordenada intenta destruir la promesa de matrimonio de la hermana de Pelayo y casarse violando toda justicia, razón. Munuza muere como consecuencia de sus pasiones. Lo que le interesa a Jovellanos es ver en esta muerte el preludio del triunfo patriótico de Pelayo en la Reconquista. Evoca fundamentalmente la batalla de Covadonga, en la que visigodos dispersos infligieron la primera derrota a las tropas moras después del desembarque del 711 (fecha 718-722). Esta batalla supuso el primer impulso para la fundación del Reino Astur. Pero el Pelayo de Jovellanos no es una biografía dramatizada del Pelayo histórico. La acción transcurre en Gijón, de donde los invasores han nombrado gobernador a Munuza (godo convertido en Islam) y su antítesis es Pelayo, futuro rebelde, uno de los pocos supervivientes de la familia de don Rodrigo. Pese a la amistad que al principio del drama parece darse entre Pelayo y Munuza, un supuesto teatral que Jovellanos introduce, para acentuar las diferencias entre ambos personajes que son profundas, pues su visión del futuro de España son antitéticas: Pelayo quiere liberar a España del yugo musulmán, mientras que Munuza quiere mantenerla oprimida, víctima de su pasión criminal por casarse con la hermana de Pelayo, Dosinda, quien representa una España libre del poder del Islam. Según En algunos analistas del Drama, esa convivencia pacífica sería lo que habría intentado Munuza en Asturias. Lo que no sólo fue imposible sino que provocó el inicio de la Reconquista ante las atrocidades de Munuza por su pasión desenfrenada y criminal por la hermana de Pelayo. Encarcela a su prometido, Rogundo, secuestra a Dosinda, gobierna en Gijón como tirano y detiene a Pelayo en su retorno de Córdoba a Gijón. El pueblo asalta el palacio de Munuza para salvar a Pelayo y a su hermana. Los moros huyen. Se produce el tiranicidio. Pelayo conduce a los rebeldes, posiblemente a Cangas de Onís, donde se organiza la resistencia asturiana contra la ocupación. Estamos ante las puertas de la batalla de Covadonga. Gracias a sus guerrilleros entrenados en la caza de oso y del jabalí la temible y oprimida España, ayuntará las lunas africanas. La ambición tiránica nunca reinará en la nación más santa. Pelayo, según Jovellanos, sería el gran defensor de la independencia y de la libertad religiosa. De todo esto se puede deducir que los dos grandes fines que pretende Jovellanos con su drama la Muerte de Munuza Pelayo son: por una parte justificar el tiranicidio de Munuza y por otra elevar a Pelayo a la gran categoría de recuperar de la dignidad de la Pérdida de España, mientras inicia la Reconquista. Juzgar el drama de Jovellanos con los criterios historicistas de hoy, sean reales o hipotéticos, además de un sinsentido estético es una incongruencia histórica que no conduce a ninguna conclusión relevante y significativa. El verdadero sentido que Jovellanos quiso dar a los acontecimientos de Covadonga se puede deducir de los siguientes versos del drama, que analizados con la frialdad de la historia más parecen dislates que dichos puestos en razón, pero que reflejan una visión emocionada más profunda que la que dan los fríos datos que con frecuencia son manipulados por prejuicios ideológicos y filosóficos. Munuza ha cruzado todas las líneas rojas de la amistad, cuando intenta casarse con Dosinda con violencia y astucia. Ella está prometida con Rogundo, cuyo amor está garantizado por el Fuero Juzgo, norma que para Munuza no tienen ningún valor. El conflicto está planteado: Jovellanos quiere demostrar que la convivencia pacífica entre el Cristianismo y el Islam es imposible, como se demuestra por los duros reproches que Pelayo dirige a Munuza: “Y os parece tan fácil que el sobrino del último rey godo, a cuyas sienes se debe la corona de Rodrigo, quiere entregar la mano de su hermana a un partidario infiel del berberisco”. El final de la tragedia se precipita como lo demuestran las palabras de Pelayo dirigiéndose a Dosinda: ¡Ay, hermana, de qué terrible riesgo nos ha librado el cielo!

La misma idea se lee en el parlamento de Rogundo el prometido fiel y legal de Adosinda, cuando después de haber dado muerte al tirano Munuza grita: Tocó su infame corazón esta espada; mas la muerte fue justa recom¡mpensa de los males que ha causado a la patria y a nosotros. En fin, empieza España a recobrarse de una injusta opresión. Y vuestra vida, Señor (Pelayo), es anuncio del más constante de los triunfos que el cielo nos depara.

Pelayo responde a estas palabras de Rogundo: Vamos pues a buscar (la gloria). Vamos antes que puedan los contrarios rehacerse, huyamos de estos parajes a buscar asilo en las montañas. En sus fragosas cimas insuperables seremos al orgullo berberisco y si entrando llega algún instante de menos inquietud, agradecida dará Dosinda a tan heroico amante la petición de mano.

Cierra la tragedia la exclamación de Dosinda. Oh, feliz día, oh, día memorable, lo que significa el inicio de la Reconquista. Cómo transmite Jovellanos estos hechos se puede deducir de las siguientes palabras puestas en boca de Pelayo.

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