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Sostenibiliad, ideología y fundamentalismo

6 de Noviembre del 2018 - Marcelo Noboa Fiallo (GIJÓN)

Hace ya diez años, que se inició lo que erróneamente se sigue denominando "crisis" y, a lo que, en repetidas ocasiones hemos insistido que no es tal, sino un cambio de sistema que ha venido para quedarse: precarización laboral y pérdida de derechos. Contra esto es lo que tienen que luchar las nuevas generaciones.

En aquellos años, "la prima de riesgo" estaba en boca de todos. De pronto, este concepto irrumpió en la vida cotidiana de los sufridos españoles, haciéndole la competencia al fútbol. Valía para todo: para explicar la "crisis", la subida del pan, la bajada de los salarios, la devaluación de la democracia, la pérdida de derechos, etc, etc...Es notable la capacidad que la ideología dominante desarrolla para acertar con las palabras que terminan emanando un halo de incertidumbre...miedo... respeto...que, a la vez que nos hace sentirnos culpables, nos "invita" a realizar ejercicios de "responsabilidad".

Hoy la palabra litúrgica (¿?) es "sostenibilidad" aplicada especialmente al gasto social y en particular al sistema de pensiones. En cierto sentido la palabreja es digna heredera de "la prima de riesgo" y, por tanto, la carga ideológica de quien la avienta no puede retraernos del debate. Es más, no podemos permitir que la ideología neoliberal se apropie de la misma y que bajo el paraguas de la "responsabilidad" nos vuelvan a endosar la culpa, como en su día hicieron con aquello de que "vivíamos por encima de nuestras posibilidades" (¿lo recuerdan?).

Es necesario y urgente entrar en el debate. La sostenibilidad del sistema de pensiones no puede esperar, el tiempo se agota. Lo primero que habría que decir es que en el debate de las pensiones es donde más aflora con toda su crudeza la ideología de quien da respuestas en uno u otro sentido para su viabilidad. La derecha lo tiene muy claro: pensiones públicas raquíticas y fomento de planes de pensiones privados. La izquierda, una vez más, no sólo está dividida en este tema, sino que está perdida y temerosa. No entra en el debate de fondo y en las respuestas que se tiene que dar desde una ideología de izquierdas y combatiendo los fundamentalismos que persisten especialmente en algunos segmentos de Podemos.

En lo único que coinciden derecha e izquierda es en un una parte del diagnóstico. Y ahí se sienten cómodos, unos y otros, porque son hechos observables y medibles: La sociedad de hoy (y la del futuro) nada tiene que ver con la sociedad en la que nació el actual sistema de pensiones. La demografía, la esperanza de vida, los modelos de producción y laborales, los avances médico/científicos...nada tienen que ver con lo que ocurría en los años 60. Sobre esos parámetros se construyó el sistema de pensiones: aportación de empresarios y trabajadores a la "hucha" de la caja única para pagar las pensiones solidariamente, es decir, los trabajadores en activo sostienen a los actuales pensionistas. Este es núcleo del sistema que ha pervivido hasta hoy, pero que evidentemente no se puede mantener debido a los cambios sociodemográficos/laborales, ya señalados. Ese es el debate que hay que afrontar responsablemente desde la izquierda, no con soflamas fundamentalistas.

Lo primero que hay que decir a los ciudadanos es que la madre del cordero está en los ingresos (de Perogrullo, pero hay que explicarlo). Dado que la "hucha" no se llena con dinero caído del cielo, ni lo trae Alá, tenemos que decidir cómo se llena la hucha, cuando la aportación de trabajadores y empresarios ya no es suficiente (debate ideológico). La izquierda tiene que convencer a los ciudadanos (que son los que van a decidir con su voto) por qué es mejor un sistema de pensiones público, con la aportación de los presupuestos generales del Estado (subida de impuestos, mejora de la recaudación, persecución del fraude fiscal, supresión de gasto superfluo...). La izquierda tiene que convencer a los votantes (y vencer en el debate público a la derecha) de que el sistema público de pensiones es el que cohesiona a la sociedad, la hace más justa y menos desigual y que la alternativa de la derecha, basada en el señuelo de bajada de impuestos es, además de insolidaria, "pan para hoy y hambre para mañana". Todo el debate debe ir acompañado de números, de datos rigurosos que superen la "deseabilidad" y "el buen rollito" que pervive en las soflamas del fundamentalismo.

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