A los jóvenes
Los padres sinodales han dirigido una carta a los jóvenes de todo el mundo en la que les dicen:
~Que sus debilidades no los desanimen.
~Y que la fragilidad y los pecados no sean la causa de perder su confianza.
Y los padres sinodales apostillan estas ideas, dejándoles claro:
~"Que la Iglesia es su madre".
En la carta aseguran a los jóvenes que, por ese motivo, la Iglesia no les abandona y está dispuesta a acompañarlos por las alturas, allí donde el viento del Espíritu sopla con más fuerza; haciendo desaparecer las nieblas: de la indiferencia, de la superficialidad y del desánimo.
Los padres sinodales aseguran conocer sus búsquedas interiores, sus alegrías y sus esperanzas, los dolores y las angustias que los inquietan. Y quieren ayudarlos en esas alegrías para que sus esperanzas se transformen en ideales.
Sabemos, les dicen, que estáis dispuestos a entregaros para que vuestros sueños se hagan realidad en vuestra existencia y en la historia humana.
Asimismo, detallaron la forma concreta de la misión de los jóvenes en la Iglesia y en la sociedad:
~"Cuando el mundo, que Dios ha amado tanto, hasta darle a su Hijo Jesús, se fija: en las cosas, en el éxito inmediato, en el placer y aplasta a los más débiles; vosotros debéis ayudarle a levantar la mirada hacia el amor, la belleza, la verdad, la justicia".
Por último, explicaron que el camino sinodal no finaliza tras el Sínodo:
~"Deseamos que continuéis ahora en cada lugar de la tierra donde el Señor Jesús os envía como discípulos misioneros".
La Iglesia y el mundo tienen necesidad urgente de vuestro entusiasmo, les reiteran:
~"Haceos compañeros de camino de los más débiles, de los pobres, de los heridos por la vida. Sois el presente, pero tenéis que sed el futuro más luminoso.
Tengo que reconocer que al leer y releer las palabras que los Padres sinodales dirigen a los jóvenes me he llenado de entusiasmo, y he recordado la fuerza con la que San Juan Pablo II se dirigirá siempre a ellos. Era ciertamente increíble la vibración y la mutua sintonía que había entre aquel papá Santo y los jóvenes, fueran de donde fueran.
Pues en estas palabras de los Padres sinodales he visto de nuevo esa luz, he descubierto la maravilla de una esperanza que está viva, y he podido reflexionar de nuevo, con vibración entusiasta, sobre la necesidad mutua entre la Iglesia y los jóvenes para recorrer un camino común.
Un camino en busca del bien y de la felicidad, del amor y de la dicha, de la vida y de la verdad.
Dios quiera que se haga realidad este presagio de un futuro colmado de fe.
El mundo, de manera apasionada, ha de girar hacia Cristo, y que ...l sea: su guía, su luz y su meta.
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