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Los ricos también rezan o la impostura de Zapatero

9 de Abril del 2010 - Ramón Alonso Nieda (Arriondas)

Los ricos también lloran debió de ser el título de una serie de TV o radiofónica; no alcancé a verla u oírla porque anduve muchos años fuera pero, por el contexto en que siempre se la cita, intuyo que el mensaje era que los ricos (lo que ahora se designa con el epígrafe colectivo del famoseo) también tienen su corazoncito y eso les redime, en cierto modo, de los irritantes privilegios que disfrutan y que el resto de los mortales admiran y envidian. Me viene a la memoria al hilo de la fina glosa que, en La cita del Deuteronomio (LNE, 20.02.10), hace D. Javier G. Cuesta del Desayuno de Oración que tuvo al presidente Zapatero como invitado estrella.

De la intervención del Presidente se han manifestado diversos pareceres reseña nuestro cronista- Todo es del color del cristal con que se mira. Y como el cronista ya tenía sus gafas puestas, añade a renglón seguido: Estuvo cortés, elegante. No fue una oración la suya porque un agnóstico-ateo no puede rezar (fin de citación por el momento). Que el Presidente sea agnóstico-ateo me trae sin cuidado, pero si no puede rezar, ¿qué pintaba en un desayuno de oración? Si te invitan a una actividad en la que sabes que no puedes participar, ¿lo elegante no es declinar cortésmente la invitación? Eso haría, supongo, el propio D. Javier si le invitaran a incorporarse a una banda de gaitas o a un programa de La Noria, pongamos por caso. Si lo de Zapatero no pudo ser oración, habrá que concluir con el cristal incoloro del Diccionario de la Real Academia que fue farsa (-Enredo, tramoya para aparentar o engañar), o impostura (-Fingimiento o engaño con apariencia de verdad).

-¿A qué iba nuestro presidente?, ¿por qué aceptó la invitación?, se pregunta retóricamente el señor G. Cuesta, que sabe como el resto de los españoles que si ZP recibiera de Obama recado de que sería muy edificante que volviera a hacer la primera comunión, ahí tendríamos a nuestro presidente recibiendo muy devotamente por segunda vez la primera comunión, con su trajecito con canesú de marinero. Zapatero acudió al Desayuno de Oración porque la ocasión la pintan calva y esta era de oro para recargar las pilas al calor de Obama, que es con mucho el sol que más calienta. Ahora bien, la utilización política de la religión ¿no es una de las más abyectas imposturas? Eso pensábamos no pocos en los ominosos tiempos del nacional-catolicismo. ¿Tendremos que cambiar el chip, D. Javier, o bastará con que cambiemos de cristal?

-Me ha gustado la cita que ha elegido, del libro del Deuteronomio, libro por cierto muy citado por Jesús en el Nuevo Testamento, declara D. Javier. Y uno se pregunta de dónde le vendrá ese fino instinto bíblico a este laicista radical. Tal vez de que el socialismo es, al parecer, la versión secular del profetismo judío. ¿No se dice y se repite que Jesús fue el primer socialista? (Y Judas, el segundo si me lo permiten; algo así como el primer tesorero de la ejecutiva federal; un socialista creyente que los hay; y con vergüenza que los hubo; díganme si no por qué se suicidó). Pero no nos perdamos por las ramas; ese instinto le podría venir también de que entre los 700 asesores de la Moncloa no le faltarían 70 teólogos y escribas para orientarle en tan delicado y trascendente trance. Y algo ayudaría también el que como hijo de buen represaliado, tuvo que estudiar en un colegio de curas en vez de hacerlo en un vulgar instituto. O tal vez a la conjunción de todos esos elementos en el prisma analítico-sintético de G. Cuesta, que más que un cristal color de rosa está resultando un verdadero caleidoscopio.

-Algunos de los invitados españoles, muy escepticones y descreídos ellos, quedaron conmovidos ante los impresionantes testimonios especialmente el de Obama y, sobre todo, el de Hillary Clinton. Especialmente el de Obama y el de la Sra. Clinton, ¡qué casualidad! Me viene a la memoria el testimonio también muy especial de Savater (otro talibán pionero del laicismo apostólico), cuando se declaraba en El País impresionantemente impresionado de haberle oído decir a Jesús Aguirre que la religión no era un consuelo. Y es que, ya se sabe, cualquier tópico de cura de pueblo se convierte en audacia muy novedosa en la boca de un duque (aunque lo sea per accidens). Los sentimientos del Sr. Obama o de la Sra. Clinton merecen el mismo respeto que los de cualquier mortal; en contrapartida, tampoco valen más a la hora de aquilatar el valor espiritual de los actos. Es más, visto con el cristal del Evangelio, el misterio se revela a los pequeños antes que a los grandes de este mundo. Pero en España hay que ser duque o presidente de los EEUU o secretaria de Estado, para ser creyente sin afrontar el frío y solapado terrorismo del ridículo. Cuántos complejos. Y cómo le duele a D. Javier que el frente del rechazo, aquí, a todo lo cristiano venga precisamente de esa progresía tan cortejada por la clerecía de izquierda.

De acuerdo con que los Desayunos de Oración en Washington no son una reunión de comerciantes calvinistas para hacer negocios, pero tampoco nos podrá decir D. Javier que las 3.500 personas de las élites institucionales políticas, sociales, económicas y culturales, reunidas para rezar en el salón del hotel Hilton, eran lo más parecido a una asamblea de la Iglesia de los pobres (sólo faltaba que se hubiera dejado caer por allí la señorita Paris, la heredera de los Hilton, para pasar la bandeja de la colecta). Las cosas son del color del cristal con que se miran, nos advierte Campoamor y nos recuerda G. Cuesta; pero también el tamaño de las cosas depende de cómo se enfoque el catalejo. Algo hay escrito en la Biblia (aunque no esté en el Deuteronomio, el libro preferido de Jesús y de José Luis), sobre ricos y camellos y la angostura del ojo de una aguja; si a D. Javier le parece el salón del Hilton poco menos que la antesala del cielo, ¿no será que está observando distraídamente a los camellos con el catalejo de revés?

Para terminar, una pregunta a D. Javier pasablemente impertinente: -¿Hubiese sido su valoración de los rezos, del desayuno y de la intervención presidencial tan estupefactamente positiva si el invitado, en lugar del ufano progresista Zapatero, hubiese sido por ejemplo un tal Aznar (que ese sí que, al parecer, puede rezar y, por lo que de él dicen, lo debe de necesitar sobremanera)? La cuestión plantea un futurible (acto libre que se produciría de darse una determinada circunstancia que de hecho no se da), pero la exploración de futuribles es un ejercicio práctico muy saludable para verificar qué cristal estamos manejando. En la óptica de D. Javier y de los elegantes invitados españoles al famoso desayuno, diríase que Zapatero salió de Madrid agnóstico tirando a ateo y volvió de la paraliturgia de Washington poco menos que ordenado de diácono. Más cerca de aquí, en cambio, en la madrileña plaza de Colón tiene lugar cada otoño una celebración nada elitista que, curiosamente, no parece suscitar el entusiasmo de los curas progresistas. Mysterium fascinans, como escribe D. Javier.

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