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Alsasua: más de lo mismo

9 de Noviembre del 2018 - Adolfo Soto Madera (Oviedo)

La historia pasada, la reciente, la de ayer, se repite hoy y lo hará mañana y siempre. Y la escribiremos con sólo cortar y pegar en la narración de hechos pretéritos ya vividos: y neciamente no obviaremos lo doloroso, lo cruel, lo vergonzante...

Alsasua, municipio y villa de Navarra. Hace dos años. En un bar, dos guardias civiles de paisano -no digo intencionadamente "paisanos" que resultaron ser guardias civiles- y sus novias fueron acorralados, insultados, golpeados a patadas y puñetazos por al menos 7 u 8 "valientes" en avanzadilla, respaldados y apoyados estratégicamente por unos 25 solidarios abertzales, con la pasividad aquiescente de otros tantos, digamos, neutrales; todos ellos con Alde Hemendik (¡Que se vayan!), organización que busca la expulsión de la Guardia Civil de las comunidades vasca y navarra, grabado a rencor en su frente, dando los pasos previos requeridos para primero lograr la exclusión social. Los guardias civiles y sus parejas sentimentales tuvieron que ser evacuados al hospital. En definitiva, unos 60 alertados contra 4 desprevenidos. La desproporción no admite la definición de riña, pelea o reyerta en un bar; fue una cobarde paliza con intención de linchar a dos guardias civiles por ser guardias civiles y a dos mujeres por ser sus novias. Quizá los agredidos pasaron por alto que "allí" para ellos y sus familias la historia se repite, que siguen en el punto de mira de los "solo distintos collares", que nada ha cambiado, que sigue siendo territorio comanche. Esa apuntada desproporción, creo, justificaría que hubiesen actuado en legítima y proporcionada defensa y en la de sus acompañantes, si hubiesen utilizado sus armas. Pero iban desarmados. "Por fortuna", dirán muchos. Sí, ya sé que lo políticamente correcto sería decir "mejor así". Pero no puedo: es tanta la cobardía del acto, es tan ignominiosa y vomitiva la situación, es tan bellaca, rastrera, vil y asquerosa la afrenta que me impide no desear que hubiesen podido defenderse. Estos son los hechos. ¿Cómo pudo alguien tener la felonía de no repudiarlo...? No, no es "mejor así", dan arcadas... Y la historia ya se está repitiendo.

Alsasua, municipio y villa de Navarra, colindante con Guipúzcoa. Este último domingo una plataforma política organiza un acto de desagravio a la Guardia Civil. Una convocatoria democrática y legal. Invitó a otros: los que quisieron fueron, otros declinaron libremente la invitación... No debieron ser notificados el entorno abertzale -con siglas distintas, pero con el perfil de siempre- y sus "amigos", como apostilla el periodista y tertuliano D. Eduardo Inda para referirse a los que al parecer con frecuencia apoyan a dicho entorno. Aunque se ausentaron en 2016 para la firma de repulsa a la agresión contra los dos guardias y sus novias, se intuía que a este acto sí asistirían, claro que para boicotearlo.

Necesario es hacer mención de los "casi neutrales" que también vimos, y que tienen su punto de razón cuando gritan: "vosotros os marcháis -refiriéndose a los organizadores del acto-, pero nosotros nos quedamos", porque lo entienden como una provocación que tensará más una localidad ya muy encrespada. Ese mal denominado neutralismo, no cabe duda, es fruto del miedo o de la presión que el entorno abertzale, al adjetivarlo quiero dar a entender radical, ejerce en las localidades pequeñas donde todos se conocen. Lo describe D. Fernando Aramburu en su libro "Patria". Pero esa postura obliga a malvivir amedrentados, y no soluciona nada: ni disminuye la angustia, ni obvia el remordimiento. El mirar para otro lado sólo hace que no se afronte el problema, no que desaparezca. Y además es discriminatorio porque dejan en "territorio comanche" a los que están allí con la obligación de defender el Estado constitucional y de derecho, como es el caso de la Guardia Civil.

En algún medio de comunicación que cubría el juicio por el caso de la agresión a los guardias civiles y sus mujeres vi o leí que la madre de uno de los encausados decía: "No podemos permitir que jueguen con la vida de nuestros hijos con las cartas marcadas... Esa sensación de injusticia que estamos padeciendo la percibe la ciudadanía". Es madre. Y sólo acatará la "justicia" que le devuelva a su hijo. El odio seguirá y ese rencor se reactivará más temprano que tarde. La historia reciente de esa tierra de España así lo demuestra: primero gritos, violencia callejera; luego, insultos; a continuación, agresión física, terminando en atentados con daños, y muertes indiscriminadas o definidas según convengan. Es el protocolo. Es un salvador de la patria, ya es un gudari..., ya no tiene vida. Sólo miseria, miedo, añoranza... en cantidad tal que cuando son detenidos -me han dicho- que se sienten aliviados. Opciones finales: cárcel o muerte. Pero reconózcase que los agredidos también tienen derecho a justicia: son las víctimas. Los padres de una de las novias tenían un negocio, un negocio al que el acoso y extorsión de los "ya gudaris" dejó sin clientes. Abandonaron el que también era su pueblo. Suena a técnica terrorista, y en definitiva, pura injusticia.

La madre de uno de los guardias civiles agredidos, en una entrevista, comentando el acto de desagravio a la Guardia Civil en Alsasua, explicaba que había declinado la invitación de la plataforma organizadora para mantener la imparcialidad que es característica en el cuerpo, pero confirmó que en Alsasua sí hay exclusión social a los guardias civiles y a sus familias. Una realidad cotidiana que no deja de ser terrible, pero que requiere mucho valor el denunciarlo en público sin ninguna intención más que la de que se sepa.

¿Intención electoralista del convocante, además? Posiblemente. Ello indica que la Guardia Civil es un colectivo entre el electorado a tener en cuenta porque aglutina familia, amigos, vecinos, simpatizantes... Quizá, para evitar errores pasados, habrá que seguir dialogando, pero con la garantía de que todos los intervinientes sabrán que las transgresiones de la ley acarrearán consecuencias y cumplimiento de la pena.

Pienso que sólo el descubrimiento y la denuncia de la verdadera realidad podrán permitirnos escribir otra historia sin más errores que los nuevos.

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