Perros, dueños y el sr. Viñas
Raro es el día que no desayunamos leyendo una carta de este señor en LA NUEVA ESPAÑA, sobre los más variados asuntos. No seré yo quien critique esta afición, ni la tache de enfermedad por el simple argumento su abultada producción epistolar.
Sin embargo, en su escrito del pasado 7 de noviembre, titulado "perros y dueños", después de unas afirmaciones sobre los llamados "perros peligrosos" con las que en general estoy de acuerdo, porque considero que hay mucha permisividad al respecto, este señor corona su argumentación, como no podía ser menos, llamando enfermos a las personas que poseen mascotas y achacando esta situación a supuestas carencias afectivas o de aprovechamiento (se entiende que bueno, según el) del limitado tiempo de que disponemos.
Mire, Sr. Viñas, deje vivir a la gente. Por más que le pese, a muchas personas les gustan los perros, sin más, por su afecto, compañía y fidelidad, cualidades que por desgracia, en estos tiempos de individualismo y escasa educación, cada vez abundan menos entre los llamados seres racionales. Pero ello no implica que estos poseedores de mascotas sean unos antisociales, estoy de acuerdo con que hay personas raras en todos los gremios, pero generalizar de la forma que hace Ud. es tan falso como decir que todos los aficionados a los toros tienen instintos criminales o que los aficionados a la caza sufren de alguna clase de frustración que intentan combatir pegando tiros por ahí. La mayor parte de los dueños de perros tienen también hijos o familiares con los que comparten obviamente risas y penas, pero además poseer una mascota les aporta un "plus" o cubre una necesidad personal, por los motivos que sean, que no tiene por que ser a la fuerza incompatible con el entorno familiar o de amistades.
Obviamente, nadie está obligado legalmente a querer a los animales y es perfectamente legítimo aborrecerlos (maltratarlos, por supuesto que no) pero también hay que intentar entender la postura de quienes no piensan igual en estos temas, sin ridiculizarlos o llamarlos poco menos que tarados.
Y por cierto, a mi me causan más repugnancia los "babosos" y "babosas" racionales y por desgracia muy abundantes en número, que los irracionales.
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