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Las cigarras y las hormigas

10 de Marzo del 2010 - J. Jesús J. Suárez González (Gijón)

En la entrevista que el presidente Zapatero concedió a TVE hemos escuchado algo que tanto él como todos los miembros de su Gobierno, e incluso editorialistas y analistas económicos que nunca sobresaldrán, repiten sin cesa: nadie supo prever la gravedad y el alcance de esta crisis, argumento totalmente falso. Estando en La Habana, tuve la suerte de poder escuchar, durante hora y media, a Fidel Castro en una entrevista que concedió también al primer canal de la televisión, en este caso cubana. Estamos hablando de septiembre del 2.007, bastantes meses antes del estallido de la crisis. Castro comenzó diciendo la hora y el día en que estábamos y a qué precio estaba el barril de crudo en esa fecha, es porque muchos ya dicen que estoy muerto y para que nadie piense que esta entrevista esta gravada hace tiempo. El precio del barril era de 84 dólares. En la entrevista se tocaron bastantes temas domésticos algo a lo que, la verdad, no presté demasiada atención, porque una visión no mediatizada me permitía mejor sacar mis propias conclusiones de lo que pasaba en Cuba. La cosa se puso interesante cuando el comandante empezó a hablar de política internacional y a hacer ejercicios de futurología. Fidel dijo, y parecía convencido, que antes de que acabara el año el precio del barril de petróleo superaría los 100 dólares y que se dispararían los precios de las materias primas. También vaticinó que la política de destinar ingentes cantidades de grano, sobre todo maíz, a la elaboración de biocombustibles, apartándolo de la cadena alimenticia, generaría una espiral de elevación de precios de todos los alimentos básicos y derivados y que eso provocaría una crisis mundial muy grave y de alcance impredecible. Cuba, dijo, podría destinar una gran parte de la producción de caña de azúcar a la elaboración de carburantes, pero no lo vamos a hacer (en esto, como Castro ha vuelto a repetir hace unos días, discrepa con el presidente brasileño, por otra parte amigo, Lula). Como todo el mundo sabe, a finales de diciembre del 2.007 el barril de crudo había llegado a los 115 dólares, también se dispararon los precios de los metales, gas, etc, y a principios de 2.008 empezó la escalada de los productos alimenticios (cereales, huevos, leche, carne, etc). En efecto, todas estas subidas de precios generaron una pérdida de poder adquisitivo en muchas familias que se habían endeudado en hipotecas que difícilmente podían pagar. Así estalló la crisis en que nos encontramos.

Pero también el economista norteamericano Paul Krugman (al que se le concedió el premio Nobel de economía el 13 de octubre de 2.008) lo había anunciado en varios artículos escritos desde su famosa columna del diario New York Times, algunos ya habían sido recopilados en un libro, El gran engaño, publicados en septiembre del 2.003. La teoría de Krugman era que la sobreproducción mundial, consecuencia de la globalización, y el astronómico déficit norteamericano provocaría unas crisis global muy grave. Después de escuchar y leer a Castro y a Krugman yo creo que esto es algo parecido a lo que se necesita para resolver el problema del Universo, conjugar la Teoría de Relatividad Especial con la Mecánica Cuántica, los dos tenían razón.

Pero no todo el mundo hace un análisis inteligente de la realidad para prever el futuro. La ministra Elena Salgado nos ha dicho que la mitad de la subida del IVA la pagarán los comerciantes y el presidente Zapatero que, esta vez sí, en la segunda mitad de 2.010 se empezará a crear empleo. ¿Se acuerdan de cuando las cigarras tocaban alegremente el violín?, ahora nos hablan de corazonadas.

Mientras el PP y el PSOE se entretienen en ponerse de acuerdo en una alocada política de condenas de algunos países de Iberoamérica (pero no dicen nada, por ejemplo, del anuncio de Israel de construcción de 1.600 viviendas para colonos en los territorios palestinos ocupados), mientras el ministro de Trabajo socialista nos aconseja que nos hagamos planes privados de pensiones, todo el hormiguero, nosotros, tendremos que seguir padeciendo las alegrías y los cánticos de las chicharras.

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