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Hedonismo o felicidad

12 de Noviembre del 2018 - José Antonio Coppen Fernández

Viene a cuento este comentario por la información que acaba de facilitar la villa romana de Veranes (por cierto, estamos convencidos de que la desconocen muchos asturianos), información en el sentido que Veranes escondía una botella con mensaje “hedonista” de 1.600 años de antigüedad: “Bebe y vive muchos años, buen hombre”, decía el mensaje de un romano que nunca será identificado a otro que habitaba entonces en la casa.

Acto seguido, hemos de advertir que la filosofía de los hedonistas ha sido criticada a lo largo de la historia, basado en que no se puede confundir placer con felicidad. El hedonismo es la tendencia a la búsqueda del placer y bienestar en todos los hábitos como fin supremo de la vida. Se trata de una corriente filosófica fundada hace más de 2.400 años. Fue impulsada por el filósofo griego Epicuro de Samos, que vivió en el periodo comprendido entre el siglo IV y III a. C., y que estableció que la meta máxima de cualquier ser humano debe de ser la hermosa vida. (Come, bebe y sé feliz, pues mañana morirás). Fundó una de las primeras comunas (El Jardín) y contempló la filosofía como una guía práctica para vivir. Quizá fue el primer hippy.

Por su parte, Confucio, en su opinión, señala que la felicidad se alcanza persiguiendo la excelencia tanto en la vida privada como en la pública. El mismo sentenció: “No ha de ser dichoso el joven, sino el viejo que ha vivido excelencia tanto en la vida privada como en la pública”. Defendía la piedad, el respeto, el ritual religioso y la corrección como componentes de una vida armoniosa.

O sea, queda claro que el hedonismo toma como bien supremo el placer, y enfoca su vida en la búsqueda de éste y la huida del dolor. Sin embargo, hemos de añadir que la felicidad es otra cosa, pues no busca el placer máximo a cada instante y a cualquier coste, y tampoco evita el dolor por norma, sino que lo acepta como parte del camino. Para tratar de ser feliz es muy importante seleccionar los pensamientos y limitar los deseos. No debemos olvidar que la vida está llena de un potencial verdaderamente insondable, por lo que no debemos ponernos limitaciones a nosotros mismos mientras la actividad del intelecto humano así lo permita.

Oportuno es recordar que sin bienestar es difícil la felicidad, pero su simple disfrute no la garantiza, sino que, por el contrario, en demasiadas ocasiones la dificulta. Está comprobado que los casos más graves de vacío existencial se producen en personas que, instaladas en el bienestar, toman conciencia de que su vida no tiene sentido. El bienestar que no se apoye en una dinámica personal realizadora se convierte en la antesala del hastío y la insustancialidad. Siguiendo en esta línea, hay que decir que nada hay tan vano como una vida abandonada a la simple satisfacción consumista. Hemos de señalar, por último, que la riqueza podrá facilitar el bienestar, pero nunca determinará la felicidad.

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