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La otra globalización

14 de Noviembre del 2018 - marcelo noboa fiallo (Gijón)

Uno de los recuerdos de mi infancia en mi tierra natal (Quito-Ecuador), a comienzos de los sesenta, tiene que ver con la degradación del trabajo y, por extensión, la del ser humano. Mis recuerdos me llevan por las estrechas pendientes de los alrededores de la Plaza San Francisco, Santo Domingo, El Cumandá, La Marín..., donde verdaderos ejércitos de "cargadores" se disputaban/ofrecían al mejor postor para realizar una de las actividades más denigrantes que yo recuerde: cargar sobre sus espaldas todo tipo de objetos que, bien podían ir en vehículos por su tamaño (armarios, camas, sacos de patatas, neveras...). Lo realizaban mayoritariamente indígenas bajados de la montaña en busca de algo para comer. Eran pequeñitos o empequeñecidos por la postura encorvada que dicha actividad denigrante les obligaba a adoptar. Por supuesto, no existía ninguna regulación al respecto, ni precio por el "trabajo". Estaban a la buena voluntad y al estado de ánimo de quien los usaba como animales de carga. Pertenecían al estrato más bajo de la sociedad ecuatoriana y, estoy seguro, que para algunos ni siquiera eran personas.

Hace algunos años ya, viajando por a la India, volví a enfrentarme a una situación parecida: ejércitos de "parias de la tierra", esta vez no tiraban de objetos pesados, como en Ecuador, sino de personas. Unos lo hacían sobre sus espaldas y otros cargaban con dos o cuatro personas montados en una especie de carretilla con dos ruedas tirada solo con la única fuerza que ejercía el "trabajador" y lo hacían corriendo de prisa. La velocidad la marcaba la prisa que tuviera quien o quienes eran trasladados. Aquí tampoco estaba regulada la actividad y también dependían de la buena voluntad. Con el tiempo, la carretilla ha sido sustituida por una bicicleta adaptada para 4 viajeros y el precio de cada viaje se negocia. Son cantidades ridículas.

He asociado siempre estas actividades a sociedades del tercer y cuarto mundo donde los derechos humanos son una entelequia y las conquistas sociales todavía no han aparecido.

Siempre pensé que estas actividades no podían darse en el primer mundo porque el siglo XX a pesar de sus atrocidades bélicas y totalitarias, también fue testigo de la emancipación de los trabajadores y de las conquistas sociales y laborales que convirtieron a Europa en la envidia del resto del mundo. Todo ello, hoy está en peligro.

A principios del actual siglo, observé por primera vez, en Copenhage (Dinamarca) a unos chicos jóvenes que habían "importado" el modelo indio de transporte y lo habían "adaptado" a las características del modelo nórdico como aportación a la circulación no contaminante dentro de las ciudades. Pero no. Esa era una interpretación mía. La realidad era que empezaba a proliferar un tipo de "trabajo" que nada tenía que ver con el modelo social y productivo de los europeos. Hoy, crecen como hongos, en todas las ciudades de Europa servicios de transportes de personas y mercancías (especialmente de esto último): Glovo, Deliveroo, Just Eat..., cuyos "trabajadores" son personas muy jóvenes, no tienen contrato laboral de ningún tipo y por tanto tampoco seguridad social, carecen de derechos sociales y laborales, su instrumento de trabajo es la bicicleta que aporta él y el "salario" es una mierda. La mayor parte sobreviven, gracias a que sus padres les dan cama y comida.

Últimamente he constatado que se han incorporado a éste negocio deleznable, multinacionales del transporte de paquetería (DHL, MRW SEUR, UPS...). No hay que ser un lince para concluir que poco a poco irán sustituyendo el trabajo de antes por la "nueva economía colaborativa". Desaparecerán los trabajadores fijos y razonablemente pagados por la explotación laboral de los jóvenes. Los empresarios aumentando su cuenta de resultados y el Ibex-35 con una sonrisa de oreja a oreja, mientras florecen los Trump, los Bolsonaro, los Putin, los Salvini...

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