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Carta a un amigo que nos abandonó

18 de Noviembre del 2018 - José Sánchez del Río (Oviedo)

Querido amigo:

En estos momentos de gran conmoción no sé cómo dedicarte cuatro palabras de despedida, y digo bien, cuatro palabras, pues si me pongo a contar hechos y vivencias que compartimos juntos no encontraría espacio en ningún periódico para relatarlos.

Quiero contar a bote pronto vivencias que llenaron nuestras vidas en estos años. Fuiste un adelantado a los tiempos sanitarios viendo la evolución de los mismos. Tú llegabas a un sitio (así te conocí en el antiguo Hospital General de Asturias) y veías lo que era la Dermatología, y así de un lugar a otro, y luego tratabas de dar propuestas para el desarrollo armónico y sin estridencias de nuestra especialidad.

Como asturiano, buen conocedor de la región y sus gentes y desde la Transición política hasta la actualidad, bien relacionado con nuestros dirigentes sanitarios, fueran del signo político que fuesen, te permitió mantener un discurso coherente hasta conseguir que nuestra especialidad pasara de ser la “cenicienta de las especialidades médico-quirúrgicas”, como tú la definías, a estar implantada en la actualidad en nuestro sistema sanitario como otras similares (ginecología, urología, oftalmología…).

No olvidaré cuando unas Navidades viniste a verme para poner en marcha la Sociedad Asturiana de Dermatología, ya que, como bien decías, la España de las autonomías tendría que ir adecuando sus sociedades científicas a la realidad política emergente.

Incansable en organizar reuniones de formación para tus médicos de primaria en el área de Mieres, incluso extendiendo el modelo por la región. En cualquier momento y, con una facilidad increíble, montabas una sesión clínica. Seguro que tu ayuda les ha servido para ser mejores en su quehacer diario.

Pero no sólo te volcaste en tus médicos de área, también te dirigiste a la población y así organizabas todos los años jornadas de puertas abiertas para informar a la sociedad de problemas latentes y reales (enfermedades de transmisión sexual, sol y fotoprotección, sol y cáncer de piel, y así un largo etcétera).

Para José Ramón Curto, dermatólogo ejemplar, que trabajó y luchó por sus creencias con una ejemplaridad a seguir

Tendrías la gratitud eterna de otra sociedad civil en la que te volcaste en el terrero asistencial, sin horas para finalizar las consultas, como bien se dice, con puertas abiertas a cualquier hora, volcando toda tu ciencia en curar sus problemas y aconsejar sabiamente.

Con todo el tiempo dedicado a la Ciencia, fuiste incansable con tu formación continuada: cursos, reuniones, simposios, congresos, etc., también tuviste tiempo para los tuyos: tu madre, tu hermana y tu sobrina, tus primos y demás familia. Una vez que perdiste el “miedo a volar”, realizaste unos viajes que tu madre, tu hermana y tu sobrina no olvidarán jamás.

Y todo, de repente, se rompió. Tu muerte fue trágica, como en el viejo Oeste, “con las botas puestas”. En un Congreso Nacional de Dermatología, feliz con toda tu gente, sonriente y socarrón con todos, querido y admirado por todos. Cuando se corrió la voz en el Congreso de la tragedia, todo el mundo quedó impactado, y la organización del mismo preparó un sencillo y cálido homenaje en la mañana del sábado, en el que tu amigo Eduardo Fonseca habló sentidamente de tu perfil humano y dermatológico con ilustraciones de fondo, con fotos que el amigo Mones le había remitido. Al final, la ovación de todo el auditorio puesto en pie, para recordar siempre.

Termino, no puedo olvidar que, en esos trágicos momentos, tus compañeros dermatólogos asturianos que habían acudido a la reunión fueron llegando al lugar de los hechos. José Ramón, allí estaban Yolanda, María, Luis Barthe, Daniel, Luis Rodríguez, Amaia, Reñones, Andrés Quevedo, Celia y Covadonga, que durante unas horas y en conversaciones cortas e incluso silencios demasiado largos se acoplaron a tus últimos compañeros de viaje, Ainhoa, César, Carlos y yo mismo.

Desde lo más hondo de mi ser, mi eterna gratitud para todos ellos porque demostraron de una manera sencilla lo mucho que te querían.

Desde donde estés envíame fuerzas, las voy a necesitar para sacar adelante los últimos proyectos que nos traíamos entre manos y no quisiera decepcionarte.

Hasta siempre amigo.

Un fuerte abrazo.

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