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Avilés y su rotunda respuesta sobre Alcoa

26 de Noviembre del 2018 - José Antonio Gutiérrez González (Piedras Blancas)

Hacía años que un problema laboral en Asturias no suscitaba una respuesta tan extraordinaria como la que se ha visto por las calles de Avilés el pasado día 8-N. El clamor ha estado más que justificado habida cuenta de la falta de compromiso por parte de la multinacional del aluminio, a la vez que por la parálisis de nuestros políticos, que hay que tener muy en cuenta.

La ciudadanía, por su parte, dejó bien sentado que no entiende que una empresa que se tejió a precios de saldo con una organización estatal hace tres décadas y que ha recibido muchos millones de euros en ayudas públicas los últimos diez años -que pagamos todos- tome la decisión de cerrar dos fábricas con la destrucción de 317 puestos en Avilés y 369 en La Coruña, amén de otros 500 en empresas subcontratadas.

Se dice que la Sociedad Estatal de Participaciones (SEPI) medio regaló la compañía a la multinacional americana Alcoa, en 1998, sin que los trabajadores nunca llegaran a saber a ciencia cierta el importe total de la operación. Todo un misterio.

Una de las consideraciones que maneja la empresa Alcoa es que la energía eléctrica, la alúmina y las materias primas que se utilizan para elaborar el aluminio han incrementado considerablemente sus costes. Pero, ¿qué pueden hacer los trabajadores y sus representantes legales para reducirlos? Todos piensan lo mismo: muy poco. La decisión está a otro nivel, pero mientras tanto: seguir pataleando y manifestándose.

Ante todo ello, en el coste de la energía se constata el fracaso de la política, lo que ha provocado que la industria pesada de nuestro país vaya desapareciendo poco a poco. Cuando los directivos de la SEPI se la envolvieron en papel de regalo a los norteamericanos había en España nueve fábricas; actualmente quedan sólo tres.

Por cierto, Alcoa lleva años sin realizar ninguna inversión importante, lo que ha ocasionado un brutal deterioro de las instalaciones. Pese a ello, los trabajadores han seguido luchando para seguir manteniendo la productividad cada día dentro de sus jornadas laborales. Esta explicación es primordial porque de ella se deduce que no se le puede achacar a la plantilla la ineficiencia de las plantas. La explicación de un bajo rendimiento hay que achacárselo a la falta de recursos y de tecnología adecuada. Alcoa, por lo tanto, es la única responsable de que esto ocurra.

Ante tal situación todos tenemos que reflexionar lo que supone el anuncio de cierre de las plantas de Avilés y La Coruña, los directivos de la multinacional deberían ser capaces de diseñar otras medidas que no sean la extintivas; asimismo, los gobernantes, por su parte, deberán hacer algo, y de manera urgente para modificar la política energética y salvar la industria de España -un país sin industria no tiene futuro-, y desde luego, desde los sindicatos trabajar con todas las fuerzas para que las fábricas de Alcoa sigan produciendo con normalidad durante muchos años más.

El cierre de ambas factorías es el último renglón de un final ya anunciado pues los trabajadores de La Coruña ya en 2013 oyeron rumores, y pidieron a las fuerzas políticas que vigilaran "a esta sociedad en procesos de segregación".

Nos gustaría pensar que este es un nuevo órdago para que el Gobierno central, con los de Asturias y Galicia, defina una política energética que active y aplique el mecanismo de compensación a las empresas de gran consumo eléctrico para que Alcoa aparque el cierre y también para evitar el contagio a otras empresas de consumo intensivo de energía que hay en España.

Pero no es muy fácil ser optimista en este caso. Las trabajadores de Alcoa son víctimas de una fría decisión empresarial que sólo entiende de números y golpea sus almas con excesiva contundencia. Un mazazo que los deja destrozados anímicamente, hundidos en el paro que angustia a sus familias y trunca todos sus proyectos vitales. Un mazazo también para Avilés en su conjunto que se va pareciendo muy poco a aquella ciudad pujante que siempre ha sido y los mayores hemos conocido.

Ignoramos si el argumento se le habrá ocurrido a alguien en el lejano Pittsburgh, donde se encuentra la central de Alcoa o será de la propia cosecha de alguien más cercano. En cualquier caso, causa desconcierto que se justifiquen los despidos por la falta de modernización de la fábrica.

Puede decirse que lo que está ocurriendo en Alcoa es una condena colectiva, deliberada y consciente.

Mientras se toman decisiones de calado, sigamos con las manifestaciones numerosas y elevando la consigna "Alcoa no se cierra".

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