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Anna de Noailles, poeta latina

14 de Diciembre del 2018 - José María Izquierdo Ruiz (Oviedo)

“Bajo el imperio del Eros las mujeres se convierten en ardientes sacerdotisas, ménades divinas, furias”

(”Canto de Cloe”)

Poetisa y filósofa por sus orígenes rumano y griego, princesa de Brancovan por nacimiento, condesa de Noailles por matrimonio, reina de los salones de París por conquista, igualó en arte y en sensibilidad a las otras tres poetisas latinas del amor, del Río de la Plata, Delmira Agustini, Alfonsina Storni y Juana de Ibarbourou, cuyo recuerdo la ha traído a estas líneas.

El paralelismo de Anna con ellas es tener un estro poético afín, ser de la misma generación, sólo 10 años mayor que Delmira, y su sangre latina; las diferencias son abismales, penuria o justeza de medios y de amores, y muerte trágica de dos de ellas, y, en Anna, riqueza, nobleza, intensa vida social y mucho tiempo para escribir ocho nutridos poemarios. Pero su buena suerte no fue en vano y –por su valiosa obra– hay que admirarla como a las hispanas.

Nace en París en 1876, pasa una infancia gozosa junto al Lemán, y tras la muerte del padre y de un periplo por Rumania, se establecen en París, donde a los 21 años se casa con el conde de Noailles, de familia ilustre y rica, pero poco expresivo, y más interesado en la política que en los poemas de Anna. “El conde será un compañero agradable, que tiene el buen gusto de dejar el protagonismo a su voluble esposa”, la cual le será infiel, en el mejor de los casos con el corazón, pero manteniendo una buena relación con un conde tolerante pero no ciego. Tiene un hijo y ya a los 23 años es famosa literariamente y, por ser tan atractiva y buena conversadora, monopoliza la atención y es la reina de la vida de París, con una gran corte de admiradores.

Su primer amigo, amor y amante, con viaje a Venecia incluido, fue el prolífico escritor Mauricio Barrés, también casado. Los ocho primeros años de su relación con Barrés son los más prolíficos de su producción poética, con tres poemarios:

“El bosque, los estanques y los llanos fecundos / han conmovido mis ojos más que las miradas humanas”. – “... morir para estar aún más próxima a la tierra”. – “El mañana no está trazado / tú sólo estás seguro de tu pasado / está en ti y puedes tomarlo”. – “Cuando para coger un ‘limón tu curvas una rama / yo sólo veo el fruto de oro cuando veo tu mano”. – “Es día cuando ríes, y noche cuando penas”. - “Cuando el ardiente deseo al fondo del corazón desciende / nace la bella estrofa y prolonga el anhelo”. – “Yo escribo para el día en que ya no seré / y que un joven leyendo lo que escribo / sienta por mí su corazón emocionado, turbado, sorprendido”. – A su hijo: “¡No me preocupa tu tierna edad / se es fuerte antes de ser grande!”

Son suaves y sencillos versos de juventud. En un intervalo de ruptura con Barrés, la condesa gusta la compañía de jóvenes intelectuales. Uno se suicida por haberla amado sin éxito. Esto no le impide seguir sus relaciones. Henry Frank muere de tuberculosis y es reemplazado por Jean Cocteau, y luego por Edmond Rostand, antes de hacerse íntima de su hijo. Ahora es el joven Mauriac quien también sucumbe a sus encantos. Vuelve a intimar con Barrés, su alma gemela. Es elegida miembro de la Academia belga, y gana el gran premio de la Academia francesa. En estos trece años escribe prosa y otros poemarios, “en que lo lírico se hace metafísico”: “Las fuerzas eternas”:

“Pues el alma es feroz, y no está segura de su amor, más que por el dolor”. – “Un abundante amor es parecido al silencio / nada de él se escapa y nada se le añade”. – “¡Oh, Dios misterioso! que no amáis a los seres / que habéis traído llenos de amor y de esperanza / en un mundo en que nunca nada de vos penetra / para tranquilizar sus días, para alumbrar sus tardes”. – “Dos seres luchan en mi corazón / la bacante y la monja”. – “¡Consuela este corazón lleno de llanto como el mar / acaricia, amor mío, tu cálida joya de Asia”. – “Los verdaderos muertos son los corazones sin audacia”.

A la condesa no le faltan caballeros que la sirvan, amigos del corazón, ni compañeros de viaje. Ya ha cumplido 48 años, y no está claro quién es el interlocutor de sus “Poemas de amor”, si Mauriac o el recién fallecido Barrés.

“A la amistad sentimiento divino por quien, según su presencia o ausencia, estamos vivos o muertos”. - “Tú tienes tu fuerza, yo mi astucia / tu fuerza es ser lo que yo amo / está en tu misma debilidad”. – “Tu fuiste el hombre supremo por quien cualquier otro quedó excluido”. – “Vive sin debates, conserva tus errores, sé tú mismo. ¡Qué importan los defectos!, yo te amo como si no existieran”. -“Yo querría morir, pero de ninguna otra muerte más tranquila / que la que me cause tu paso / tu voz, tu mirada, tu presencia”.

En “El honor de sufrir”, Anna se empieza a desarraigar de este mundo y comienza a acomodarse al otro. Igual que Unamuno, anhela la inmortalidad pero, por si acaso, aspira a perpetuarse en sus poemas, y desvela la radical sensualidad que no se atrevió a confesar en sus años jóvenes; ahora aislada de la sociedad y de sus salones, pierde todo pudor y desnuda su alma y su descreencia. Dedica los versos “A mis amigos que se han ido, pero a quienes nunca abandonaré”: “Si alguna mirada ardiente viene a fijarse en nosotros / se siente relajarse el riguroso lazo / que mantenía unidas las púdicas rodillas”. – “La voluptuosidad contiene cosas infinitas, la música, los cielos, la gloria, la congoja / pero quiero gemir con los placeres que yo sé”. –“El cuerpo, único lugar de sueño y de razón, asilo del deseo, de la imagen y de los sonidos, y por el que todo queda muerto en el momento en que cesa”. –“No volveré a ver los ojos que me amaron, la alegría de la carne, la risa del espíritu / pero sueño que al morir volveré a veros”.

Esta frágil mujer, tanto tiempo reina de París, muere a los 57 años recluida en su habitación. Acompañada hasta el final por su pluma en manos de una amanuense, pues a ella no le quedan fuerzas para moverla, sólo sus emociones y su ingenio no la abandonan. Se amó mucho a sí misma, y al prójimo como a sí misma. ¡Nada más evangélico!

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