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Escupitajos en el Parlamento

23 de Noviembre del 2018 - José Antonio Gutiérrez González (pIEDRAS bLANCAS)

¿Puede degradarse aún más la imagen de nuestros políticos? La respuesta nos la dieron el pasado miércoles en el Congreso de los Diputados, donde Gabriel Rufián fue expulsado por sus exabruptos contra Josep Borrell y donde su compañero de ERC Jordi Salvador escupió (él lo sigue negando) al ministro de Exteriores.

Lo realmente cierto es que con ser importante si el hecho se produjo o no se produjo, la verosimilitud del mismo es lo relevante. Personalmente, creemos que tal cosa sea cierta porque entre unos y otros están convirtiendo la política española en un gran escupitajo. Concretamente, elementos como Rufián, quien no pierde ocasión de montar un escándalo ni de llamar fascista al primer diputado español que se le ponga por delante. Rufián escupe a diario, bien sea en el hemiciclo, bien sea en Twitter, veneno de mugriento calibre.

Una de las claves es la pérdida de valores como el respeto al discrepante y el mal momento que atraviesa en nuestro país la buena educación. Pero la otra clave también se las trae. No hay nivel intelectual, aunque ciertamente existen honrosas excepciones. La crispación es el resultado al que nos llevan aquellos incapaces de hilar con palabras mensajes que nos hagan reflexionar y nos ayuden a ser mejores.

Asimismo, se han banalizado palabras muy graves, como fascismos y golpismo, y hechos y actitudes similares cuando no idénticos son interpretados de forma diferente dependiendo de si se dan en las filas propias o en las ajenas.

El duelo verbal es el alma del parlamentarismo, y que el debate político e ideológico sea acalorado forma parte de las reglas del juego de la democracia. Pero una cosa es la vehemencia y la esgrima retórica en la defensa de los argumentos propios y la refutación de los del adversario y otro asunto muy diferente es el insulto permanente, la mentira por sistema, la banalización de la política y la falta de respeto permanente y continuada no sólo hacia el oponente, sino al Parlamento y a la misma ciudadanía. El Congreso no es Twitter. La política no es un circo romano. Y la opinión pública no es una masa amorfa que reacciona a base de golpes de efecto.

Volviendo al "caso Rufián", éste desde su escaño gritaba "vergüenza". Y aunque no se refería a sí mismo, probablemente es lo único acertado que dijo en la pelotera sesión parlamentaria que acabó con su expulsión y un cruce de acusaciones entre los diputados republicanos catalanes y el ministro de Asuntos Exteriores.

Porque eso, que fue una auténtica vergüenza, sólo contribuye a aumentar, si cabe, el desprestigio de la política y los políticos.

De sobra conocido es que el estilo oratorio del diputado Gabriel Rufián irrita a sus adversarios políticos, que busca el efectismo y que emplea el insulto y la descalificación grosera a veces sin argumentar siquiera los motivos. Son ya varios los incidentes que tiene a sus espaldas.

Por ello, pienso que a estas alturas, y tras los últimos acontecimientos, Pedro Sánchez será consciente de que no cabe otra opción que convocar elecciones. Es a lo que se había comprometido cuando desalojó a Rajoy de la Moncloa. Su objetivo personal, dormir en palacio, ya lo consiguió y si al CIS de Tezanos le suena la flauta habrá logrado también levantar la paletilla al PSOE.

Confiemos una vez más en el buen sentido común general.

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