Otras crisis

29 de Marzo del 2010 - José Manuel Fueyo Méndez (Oviedo)

Nos contaban los medios hace días que el suicidio y el aborto se han convertido en los dos tipos de muerte no natural más habituales entre los españoles. El dato constituye un buen termómetro para demostrar que la economía no es, desde luego, la única crisis. Por cierto, los termómetros para medir las crisis económicas son tan peculiares que se considera crisis lo de ahora, porque hay más de cuatro millones de parados, y no se consideraba crisis cuando había dos millones y pico o tres. ¿Por qué? ¿Acaso es normal que haya dos millones y pico o tres de desempleados? En crisis permanente dicen algunos que se encuentra nuestra Iglesia. Puede ser, puede ser, sobre todo si tenemos en cuenta los escándalos que con relativa frecuencia salen a la luz y que ponen de manifiesto que en algunos seminarios no se hicieran las cosas del todo bien y se dio el visto bueno a personas que no eran dignas de acceder al presbiterado. Para más inri, algunos medios cuentan este tipo de noticias de tal manera que parece que los únicos que cometemos ciertos pecados somos los curas. Si informan, por ejemplo, de doscientos pederastas, de los cuales uno es sacerdote, no hace falta decirte cuál suele ser el titular periodístico. Y nada que objetar, por supuesto, a que se denuncie a los curas pederastas y a que caiga sobre ellos todo el peso de la ley, tanto civil como canónica, pero, si especifican la profesión de uno de los delincuentes, ¿por qué no la de los otros ciento noventa y nueve? ¿Es que no son todos ciudadanos por igual? ¿O será que algunos medios están también en crisis? Puede ser, puede ser. Del todo fiables ni siquiera resultan los medios que afirman estar «orgullosos de ser católicos», lema escogido por un periódico que apareció recientemente en los quioscos.

El que supo resolver su crisis con coherencia y altura de miras fue Joaquín Montero, cuyo caso te cuento, por si no lo conoces. Se trata del teniente de alcalde de un pequeño municipio sevillano, Paradas, que se dio de baja en el Partido Socialista, tras la aprobación de la nueva ley del aborto. La casualidad quiso que el hombre viese la ecografía del hijo que espera su mujer, en la duodécima semana del embarazo, coincidiendo con la aprobación de la nefanda ley. Entró en crisis... y el paisano Joaquín pudo con el político Joaquín y rompió el carné de afiliado. Hermosa lección que ojalá aprendiesen muchos políticos mediocres, que aman al partido, o sea, el sueldo, sobre todas las cosas y no les importa vender su alma al diablo, con tal de no apearse del machito.

Pues papeleta parecida a la del señor Montero se le presentaba nada menos que a Su Majestad el Rey, al que corresponde la sanción y promulgación de las leyes. No sé hasta qué punto la situación puso en crisis a don Juan Carlos, pero en el año 85, cuando le tocó sancionar la ley vigente hasta ahora, el hombre acudió al Vaticano, dando a entender que no comulgaba con la malhadada norma, pero que no le quedaba más remedio que firmarla. Ahora parece que los obispos han querido ahorrarle el viaje a Roma, pues el portavoz episcopal, el asturiano Martínez Camino, vino a decir que el pecado de don Juan Carlos era menor que el de los legisladores. Digo «vino a decir» porque el bueno de don Juan Antonio ejerce la portavocía de una forma tan peculiar que un servidor tiene a veces serias dificultades para entenderle. Es verdad que los moralistas distinguen entre «cooperación forma al mal» y «cooperación material remota», pero a la gente hay que hablarle claro, y por mucho suavizante que se le quiera poner a la cosa la firma real en la ley del aborto no deja de ser un acto moralmente grave.

En todo caso, sea mayor o menor la responsabilidad moral del Monarca, al atardecer de la vida, como dice la canción, a don Juan Carlos, como a usted y a mí, no se nos preguntará si hemos sido políticamente correctos, sino que se nos examinará de amor y de nuestra observancia del Evangelio. Si no tienes claro esto, hermano, tu cristianismo está en crisis. Menos mal que todavía te queda cuaresma suficiente para clarificar ideas.

José Manuel Fueyo Méndez, párroco de Ntra. Sra. de Covadonga

Oviedo

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