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Simplemente cazar

4 de Abril del 2010 - Agustín Rodríguez Rodríguez (Vegadeo)

Ante la lectura del artículo publicado en La Nueva España el día 16 de febrero de 2010, "con título cazar más y no pagar" en el que los señores César Alonso y Carlos Lastra (directivos de asociación asturiano de amigos de la naturaleza ANA) se despachan, alegremente y sin conocimiento aparente, contra el colectivo de cazadores, no dejo de sorprenderme e indignarme con los comentarios vertidos en el mismo, por lo que espero aclarar y desmentir muchas de las manifestaciones que en él se dicen.

El primero y más alarmante punto que quiero desmentir, es en el que se nos tacha de furtivos, ilegales, infractores y reincidentes, etcétera (invadimos zonas vedadas, sobrepasamos cupos, matamos animales protegidos, usamos munición prohibida y cometemos toda clase de infracciones) todo ello con la permisibilidad de la Consejería de Medio Ambiente y los efectivos del Seprona.

La ley está obsoleta (según sus manifestaciones, los golfistas no invaden praderas, ni los futbolistas los prados, ni la hípica se practica saltando cercas de las propiedades ajenas).

Estamos totalmente de acuerdo con lo alegado, pero por lo mismo que ni las liebres corren por el mar, ni por el monte las sardinas y salvo que ustedes acrediten lo contrario los jabalíes se desarrollan en su hábitat natural que es el monte, así que en consecuencia cazamos donde hay caza. Si se pretende dotarnos de una reserva natural, donde no perturbar a la vecindad con nuestras actividades lúdicas, molestas y peligrosas, quedamos a la espera de que nos lo indiquen.

Mi consejo, que se dirijan a los organismos que consideren oportunos y soliciten cambios en la normativa, puesto que de momento en el colectivo de cazadores nos atenemos a las leyes vigentes.

Ante la lectura del artículo publicado en LA NUEVA ESPAÑA el día 16 de febrero de 2010, con el título de «Cazar más y no pagar», en el que los señores César Alonso y Carlos Lastra (directivos de Asociación Asturiana de Amigos de la Naturaleza, ANA) se despachan, alegremente y sin conocimiento aparente, contra el colectivo de cazadores, no dejo de sorprenderme e indignarme con los comentarios vertidos en el mismo, por lo que espero aclarar y desmentir muchas de las manifestaciones que en él se hacen.

El primero y más alarmante punto que quiero desmentir es en el que se nos tacha de furtivos, ilegales, infractores y reincidentes, etcétera (invadimos zonas vedadas, sobrepasamos cupos, matamos animales protegidos, usamos munición prohibida y cometemos toda clase de infracciones), todo ello con la permisibilidad de la Consejería de Medio Ambiente y los efectivos del Seprona.

La ley está obsoleta (según sus manifestaciones, los golfistas no invaden praderas, ni los futbolistas los prados, ni la hípica se practica saltando cercas de las propiedades ajenas).

Estamos totalmente de acuerdo con lo alegado, pero por lo mismo que ni las liebres corren por el mar, ni por el monte las sardinas, y salvo que ustedes acrediten lo contrario, los jabalíes se desarrollan en su hábitat natural, que es el monte, así que, en consecuencia, cazamos donde hay caza. Si se pretende dotarnos de una reserva natural, donde no perturbar a la vecindad con nuestras actividades lúdicas, molestas y peligrosas, quedamos a la espera de que nos lo indiquen.

Mi consejo es que se dirijan a los organismos que consideren oportunos y soliciten cambios en la normativa, puesto que de momento en el colectivo de cazadores nos atenemos a las leyes vigentes.

Los brindis al sol y las bravuconadas las dejamos para quienes acusan y no señalan de forma individual al autor o autores de las infracciones ante quien legalmente corresponda y respondiendo de la veracidad de sus afirmaciones.

Otro punto que aclarar es en el que se indica que este colectivo ha presionado a la Administración para conseguir que se nos cediese el control de miles de hectáreas, ya que nuestra gestión iba a ser «infinitamente mejor».

Pues bien, no fue así, la realidad es que desde hace varias décadas los cotos privados de caza que entonces existían y cuya concesión les finalizaba como tales se fueron transformando por obligación de la Consejería de Medio Ambiente en cotos regionales de caza (esto implica que solamente disfrutamos del aprovechamiento cinegético de las especies de caza en fechas, número y disposiciones que dictamine la Administración).

En cuanto a los costes que acarrea un coto de caza y la causa por la que se plantea la posibilidad de no renovarlos, hay que indicar que los cotos de caza son responsables de los siguientes capítulos:

- El pago de los daños a cultivos (sea temporada de caza o no).

- Seguro de responsabilidad civil por daños causados por las especies cinegéticas en las carreteras (también sea temporada de caza o no).

- Salarios y Seguridad Social de los guardas particulares de campo (colectivo que da empleo a más de 120 trabajadores).

- Canon cinegético a favor de la Consejería de Medio Ambiente (en cuanto a que nuevamente revierten sobre nosotros dichos ingresos, mediante subvenciones, no nos queda más que desmentirlo, pues la cantidad que se cobra por este concepto es difícil que supere el 15% de lo abonado a los propietarios de las fincas).

En lo referente a la acusación de invadir las fincas, quiero indicarles que en la gran mayoría de los casos (podemos afirmar que menos de un 1% no lo están) los propietarios de las mismas están de acuerdo en que las utilicemos, ya que lo que les interesa es que se dé caza a la plaga de jabalíes que asuelan sus fincas y destrozan sus cultivos, pues las compensaciones económicas que perciben (baremos marcados por la Administración) no les compensan el daño producido.

Por otro lado, tengo que comentarles que la caza genera riqueza para diversos sectores, tales como la hostelería, comercio y turismo para las poblaciones en las que se practica, y repercute en su economía.

La capacidad económica de los cazadores es un problema exclusivo de los mismos, ya que los vehículos, armamento y ropas que utilizamos son costeados con cargo a nuestro patrimonio y no con cargo a ningún patrimonio ajeno. Además, es bien sabido que «con mi jarro y mi dinero al primer tabernero».

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