Toros y amor patrio
«El toro es el ejemplar más emblemático de la fauna ibérica». Esta afirmación la hacía un importante empresario taurino en relación con la polémica desatada por el Parlamento catalán sobre el famoso debate de toros sí o toros no, en este punto de nuestro singular país, y no anda muy desencaminado el sujeto en cuestión, sólo que en esta querida Iberia hay muchos más ejemplares que merecen semejante calificación. Entre ellos hay políticos y políticas, articulistas y articulistos, y sobre todo mucho vocero que nos intenta convencer de que los antitaurinos comparan a las mujeres maltratadas con los toros, siendo perfectos conocedores de que lo que el señor Monteserín compara no son personas con animales, sino tradiciones, que dicho sea de paso, gracias a muchos como él, algunas, realmente crueles, duermen en los anales de la historia; no voy a poner ejemplos ya para todos tristemente conocidos.
Alguno de estos dirigentes, como Camps y Aguirre, Aguirre y Camps, ambos del PP y fervorosos católicos, declaran la fiesta de los toros bien de interés cultural, desoyendo a la misma Iglesia, que con Benedicto XVI a la cabeza condena y prohíbe expresamente el maltrado a los animales «principalmente en espectáculos públicos, amonestando severamente a los actores y espectadores que en los mismos colaboren». Hago aquí un inciso para exigir a la Conferencia Episcopal Española una declaración de esas a las que nos tiene acostumbrados; sí, de esas a favor de la vida, ya me entienden, sólo que esta vez sea a favor de la vida pero de los animales, convidados de piedra de esta fiesta de sangre, dolor y muerte. Ánimo, señor Martínez-Camino, que no decaiga. En fin, continuemos con lo que nos ocupa y, por favor, no busquen más pies al toro, perdón, al gato, porque no estoy comparando nada, que a alguno y alguna ya los (las) veo venir. Hay otros, y otras, que con supuestas pruebas biológicas nos aseguran que el astado segrega cierta sustancia que inhibe su dolor y por ende no sufre; la que se descolgó con esta perla digna de un delirante momento de éxtasis seguro que lo hizo después de ver una corrida; de otros, naturalmente. Creo que se autodenominaba bióloga. Lo escuché en la radio. Lo juro.
Los hay que van más allá, dicen que el noventa por ciento de la energía que tiene el toro en la plaza la utiliza para luchar y sólo el diez por ciento en sufrir. Esto lo decía otro ganadero con el corazón henchido de amor patrio, y sin cortarse un pelo. Pero quizá lo más sorprendente de todo no esté en Hispania, posiblemente esté en nuestra vecina Francia, donde un profesor de La Sorbona afirma que las corridas de toros son un arte que debería ser considerado patrimonio de la humanidad. Alucinante. Curiosamente lo dijo horas después de ver el Francia-España de fútbol; ¿confundirá el galo los toros con el balompié? ¿Conocerá este buen hombre la diferencia entre un cuerno y un balón? ¿Distinguirá a Iniesta de Ortega Cano? Juzguen ustedes, mi altísima capacidad de sorpresa ha sido superada. Me queda una última duda, ya que tanto entiende de cultura española, ¿conocerá este tío a Lope de Vega? No se sabe; yo lo que sí les aseguro es que el concepto de cultura de don Félix dista mucho de todo este circo ibérico. Salud para todos... y todas.
Llega, corre, apresura el mortal trance
y escribiré que tres hicisteis suerte:
tú en el toro, él en ti, y, en ti, la muerte.
(Félix Lope de Vega y Carpio)
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