Del muy golpista Ayuntamiento de Oviedo
El pasado 28 de noviembre en el teatro Filarmónica se proyectó el documental "Cantares de una revolución", es decir, un acto de apología del golpismo de octubre de 1934, presidido por el concejal comunista Roberto Sánchez Ramos. Para empezar, ¿se consentiría otro acto similar en una dependencia municipal en pro del 18 de julio, o en favor del 23 de febrero? Como prólogo de parte de la izquierda cavernícola ovetense, Rivi sacó al escenario a varios figurantes de la minería privada del carbón de Asturias y León para provocar el lagrimeo del público, ante el inminente cierre de las minas. ¿Se atrevería este concejal a hacer lo propio en contra del cierre de alguna clínica privada, colegio o empresa de lo que fuere?
El protagonista del documental fue uno que dicen que canta, ¡qué más quisiera! (miaga), chapurreando unas supuestas canciones alusivas a aquella sangrienta quincena que, en manos del PSOE, de los comunistas y anarquistas asturianos de octubre de 1934 destruyeron la ciudad de Oviedo, su Universidad, la Catedral y la Cámara Santa, y cuya contienda en sólo 15 días dio lugar a más de 2.000 muertos. El documental incluyó en uno de estos maullidos a coro una propuesta para disparar contra la Guardia Civil, lo que debería ser, por sí mismo (el acto también) constitutivo de delito. ¿Se puede utilizar una dependencia pública para celebrar una intentona golpista, a cargo del erario municipal, y en favor de disparar contra la Guardia Civil? Otra de las canciones miagadas por Nacho Vegas prostituyó el Himno del Principado de Asturias (en cuya grabación coral me cupo el honor de participar en 1983), añadiéndole unas cuarteras al margen de la letra oficial. ¿Se consentiría hacer lo mismo con los himnos de Cataluña o Vascongadas?
La historia de esta tropelía, tan conocida como prostituida por la extrema izquierda de las cavernas de España, socialistas incluidos, se resume en la intentona del golpe de Estado contra el legítimo Gobierno de la República de 1934 (salido de las urnas), por parte de aquella manada de dinamiteros durante la quincena de octubre, y en la que no pocos historiadores sitúan el inicio de la Guerra Civil Española. Entre quienes reconocieron aquella barbarie de 1934, autoinculpándose de ello, estuvo hasta el mismísimo Indalecio Prieto, a quien en premio a su golpismo se le mantiene una calle en Oviedo (también en otras ciudades de España).
El documental (con entrada gratis para el público) costó 15.000 euros que pagamos todos los carbayones, erario del que Rivi dispone como si fuera de su bolsillo. El panfleto documental no pudo ser más falsario contando con el argumentario del historiador comunista David Ruiz, que lleva viviendo toda su vida del libro de bolsillo acerca del movimiento obrero en Asturias. Eso sí, revocado en su casi totalidad dentro de estas páginas de LA NUEVA ESPAÑA por parte del historiador Girón Garrote.
Por si fuera poco, el documental reproduce una escena en la que un supuesto guía local cuenta el cuento de la destrucción de la Universidad (que otra vez en base a David Ruiz se atribuye a las fuerzas del Gobierno de la República), obviando por completo la devastación de la Catedral y la Cámara Santa. Pero llueve sobre mojado. La concejalía de Cultura ovetense lleva varios años durante las fiestas sanmateínas vendiendo las mentiras de la revolución del 34.
Y a todo esto, ¿qué hace la oposición municipal que preside el bachiller Caunedo, cobrando del Ayuntamiento de Oviedo 45.000 euros anuales por simular que trabaja? Nada absolutamente. Mientras, y a la altura de Caunedo, el alcalde Wenceslao López se jacta de no cobrar sueldo municipal, sin contar los 21.000 euros anuales en dietas.
Escribo esta denuncia en honor de mi propio padre, José Martín Sánchez, salmantino de nacencia (reconocido oficialmente como defensor de Oviedo), que estuvo entre quienes se dejaron la piel en favor del legítimo Gobierno de España en 1934, luchando contra los bandidos de la extrema izquierda de la caverna asturiana, los mismos que, todavía a día de hoy, mantienen intacta, sin pedir perdón, la desvergüenza de estas celebraciones.
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