Mujeres modernas

28 de Marzo del 2010 - Elvira García García (Oviedo)

Para Mary Nash el feminismo histórico debía entenderse como un movimiento social y como corriente de pensamiento plural y diverso que difícilmente puede acoplarse ni en una definición única ni a una equiparación con una modalidad universal de luchas, resistencias y rupturas.

Hoy los riesgos psicosociales han aumentado para las mujeres, ya que están presentes en toda la sociedad, la salida del ámbito familiar exige nuevos protocolos y buenas prácticas en lo que podríamos llamar un nuevo clima social.

Las mujeres sufragistas que lucharon para que hoy todas pudiéramos votar creían que esa igualdad superaba los desequilibrios, pero la realidad nos sigue demostrando que por naturaleza el hombre y la mujer no somos iguales, y los riesgos para la salud de la mujer embarazada exigen medidas de acción positiva para corregir el desequilibrio con el que nacemos, ya que nos sigue tocando a nosotras reivindicar nuestros derechos.

Es una falacia hablar de una igualdad en sentido competitivo, promocionando islas, donde hombre y mujer buscan satisfacer sus propias necesidades. Podemos decir que gestionamos nuestro cuerpo, pero hablar de ser dueños de nuestro cuerpo es dar una visión capitalista de la propiedad, sin compromisos la paz y solidaridad no existen, con los desequilibrios egoístas e ideológicos de la época que nos toca vivir pierde toda la sociedad y nos olvidamos de la justicia social.

Junto a la justicia legal está la conmutativa (cumplimiento exacto de los derechos) y la distributiva (regula lo que la comunidad debe a los ciudadanos en proporción a sus contribuciones y a sus necesidades). En la justicia distributiva están todas esas mujeres invisibles tras el drama del aborto, que ni siquiera han sido contabilizadas en la red sanitaria porque la mayoría no se sienten ciudadanas, por lo que la nueva ley no va con ellas. El aborto de una mujer con posibilidades es inhumano pero el de una mujer pobre y sin recursos es infrahumano y, a veces, toman la decisión de abortar bajo tortura, sin salida y en soledad, donde toda la sociedad somos cómplices.

En los servicios de atención a la mujer ante un embarazo inesperado se juega la lucha feminista tanto como con las víctimas de la violencia machista, son los nuevos sanatorios de las mujeres, las leyes poco importan si no compartimos la parte de responsabilidad, los logros y fracasos de esta generación y de la humanidad.

Es necesaria una nueva Cáritas para la vida, una nueva lista de Schindler y no una razón interesada dejando en la cuneta a mutiladas.

Elvira García García

Oviedo

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