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Heroínas anónimas

5 de Diciembre del 2018 - Flor Suárez Fernández (Oviedo)

(A la memoria de Rosa María Fernández Quiroga).

Los Escitas quitaban el pecho a sus mujeres para facilitar el apoyo del arco de flecha en la lucha. Hoy los cirujanos lo extirpan para salvar la vida a un gran número de mujeres que demuestran un valor similar a las Amazonas de la Antigüedad, enfrentándose al enemigo actual, el cáncer de mama. Estas mujeres constituyen la ginecocracia de la postmodernidad, más aún, son auténticas heroínas anónimas.

Sirva como ejemplo el que vengo a relatar, en forma de un humilde y respetuoso homenaje a mi prima Rosa Mari, quien tras quince años de incesante lucha, libró su última batalla el pasado 20 de noviembre. Y digo bien, batalla, porque no fue la única que tuvo que librar.

Empezó a la temprana edad de cuatro años, sufrió la temida poliomielitis que afectó a los niños de los años 50, pero su enfermedad nunca supuso un obstáculo en su crecimiento cultural ni profesional ni social.

Una vida llena de momentos trágicos, la muerte temprana de su padre, por una lenta y agónica enfermedad laboral que me atrevo a calificar de catastrófica dado el elevado número de muertes por silicosis, en la década de los años 60-70.

En los años 90 pierde a su único hermano a la edad de 42 años. Cuando cumple 50 años empieza un auténtico calvario: radioterapia, extirpación, quimioterapia; sigue trabajando, mantiene sus tertulias de vermouth o café según la hora con sus amigas de siempre. Nuevas amistades nacen en la sala de espera del HUCA. Allí llegaba sola porque no quería perder su autonomía y lo hizo hasta los cinco últimos días de su partida.

Coincidíamos en el gusto por la historia familiar, ambas éramos las únicas que queríamos recuperar el apellido compuesto de nuestro abuelo que fue perdiéndose por el camino genealógico, ella ya estaba enferma pero no dudó en acompañarme al Registro Civil para testificar.

También compartíamos un autor, que yo descubrí a través suyo, Stefan Zweig. Cuando pienso en sus grandes obras biográficas de mujeres célebres: María Antonieta, María Estuardo, no dejo de pensar que Rosa Mari hubiera sido otra heroína anónima como el personaje de la “Carta de una desconocida”... uno de sus fragmentos retumban en mi mente en estos momentos: “Si sostienes esta corta en tus monos sabrás que una muerta te está explicando aquí tu vida”.

Pero prefiero quedarme con las palabras esperanzadoras de San Agustín: “La muerte no es nada. Yo sólo me he ido a la habitación de al lado... el hilo no está cortado. Te espero... no estoy lejos, justo del otro lado del camino. Enjuaga tus lágrimas y no llores si me amas”.

Cuando observo la vida de Rosa Mari, (cuyo encadenamiento de tragedias no llegué a comprender), ahora me doy cuenta que yo estaba equivocada, ella dignificaba su sufrimiento transformándolo en amor: a su madre, a su sobrino, a su cuñada, a sus amigos y a toda su familia; en ese amor auténtico que todo lo excusa. Todo lo espera. Todo lo soporta. ¡Qué forma más cristiana de vivir! Descanse en paz.

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