Junto al Prelado del Opus Dei
En estos días Andalucía, y en cierta manera toda España, se ha vestido de alguna forma de fiesta, al menos espiritualmente, para recibir al Prelado del Opus Dei don Fernando Ocariz.
...l es, por decirlo de alguna manera, la máxima autoridad del Opus Dei en el mundo.
Mons. Fernando Ocáriz nació en París, el 27 de octubre de 1944, hijo de una familia española exiliada en Francia por la Guerra Civil. Es el más joven de 8 hermanos. Es licenciado en Ciencias Físicas desde 1966. Obtuvo el doctorado en teología en 1971 y fue ordenado sacerdote. Desde 1986, es consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
Por otro lado el Opus Dei es una Prelatura personal de la Iglesia católica extendida en 68 países y que cuenta con 90.000 miembros, el 98% de ellos laicos. Fue fundado en Madrid el 2 de octubre de 1928 por San Josemaría.
Aunque el centro neurálgico en el que se han celebrado los eventos ha sido Granada, las personas han venido de muy diversos lugares, especialmente de: Jaén, Almería, Málaga, Granada y por supuesto resto de España.
Todos teníamos ganas de conocer al nuevo Prelado, el tercer sucesor de san Josemaría.
...ramos conocedores de su alegría, de su profunda espiritualidad, de la dimensión cualificada de sus conocimientos teológicos, de la juventud de su espíritu, de su conocimiento del mundo y de sus avatares más diversos, incluidos por supuesto y fundamentalmente los referentes a la ciencia de Dios; y éramos conocedores ciertamente de su vida santamente ejemplar. Pero nos faltaba -a la mayoría- un pero: conocerle, tratarle, entrar en esa dinámica de amor filial que propicia el encuentro con las personas.
El cariño necesita del trato y el trato con el Padre, como así se le llama, en el Opus Dei, se realiza a través de estas tertulias que llevan el sello de su santo fundador Josemaría.
San Josemaría con estas tertulias creo un nuevo y en cierta manera innovador cauce de comunicación entre los miembros de la Obra.
Las preguntas y las respuestas, en este clima de armonía humano y espiritual, se sucedían y llegaban al corazón: como dardos encendidos, cómo fuego abrasador, cómo luz potente que alcanza lo profundo de la intimidad.
A muchos, creo que a la mayoría, nos dejó ese buen sabor de hogar, de familia qué procede de vivir con Cristo por Cristo y para Cristo.
Nosotros como los discípulos de Emaús notamos ese tan especial sobresalto qué proviene de estar al lado una persona tan singular. Lógicamente éramos conscientes de que no estábamos ni en Emaús, ni en el Monte Tabor, ni junto a Cristo; pero si estábamos junto al Padre.
Un Padre: que sabemos que nos quiere, que se desvela por nosotros, que nos orienta, que nos dirige, que nos fortalece, y que en las alegrías y en las penas está a nuestro lado transmitiéndonos el especialísimo amor de Cristo.
Padre gracias.
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