El demonio y el Papa
Lo advirtió el Papa Francisco, que se preguntaba: "¿Cómo hace el demonio para alejarnos del camino de Jesús?"
Y explica que ese grave peligro de desterrar a Jesús de nuestras vidas:
Comienza levemente. Sin advertencia. Sin que apenas caigamos en la cuenta. Sin hacer ruido. Sutilmente. Sigilosamente. Aparece: ¡Quizás de puntillas!
Y continúa indicándonos que siempre crece. Y crece velozmente. Y nos atrapa como una flecha traidora. Nos envuelve. Nos conquista. Crece y contagia a otros. Se transmite y acaba siendo comunitario.
Y seriamente expresa la idea de que hace daño, de que extiende su maldad vilmente y sin piedad. Nos dice que: Procrea y se fortalece. Y que llega: a cada rincón, a cada hogar, a los grupos, a la sociedad...
Y, al final, un gran peligro, lo justificas. Tú y yo lo justificamos. Nos convence. Nos atrapa. Nos esclaviza. Nos aniquila humanamente, espiritualmente, ideológicamente, psicológicamente.... Nos hace suyos y claudicamos y acabamos siendo presas de sus malvadas y atroces pretensiones.
Y el fin: El chantaje se ha hecho realidad y el diablo ha vencido. El pecado es ya un hecho. La destrucción se ha culminado.
Hoy hay mucha gente que piensa que el diablo no existe, sin embargo Francisco habla con claridad; no se anda con rodeos; explica, detalle a detalle, la forma en que este actúa. Y, ante esto, tenemos dos opciones: quedarnos indiferentes ante las palabras del Santo Padre o pensar seriamente en esta tremenda realidad. Junto al diablo siempre está el pecado y junto al pecado el infierno, eso en el caso de que no haya habido: arrepentimiento, propósitos de mejorar, cambio de vida, rectificación del rumbo. Y todo esto para dar paso a Dios, a ese Dios que es amor, y que por amor está dispuesto a todo para salvar nuestras vidas de una eternidad desdichada y mezquinamente terrible. Tú eliges: o con Dios o con el diablo. Quién elijas será tu compañero para toda la eternidad. Y la eternidad es infinita. Y la infinitud es ilimitada. Y lo ilimitado no acaba nunca. Por lo tanto piensa que tu decisión es tremendamente importante. No es simplemente: ir a emitir tu voto, ni elegir carrera, ni decidir el trabajo que me gusta, ni escoger pareja. Es algo más trascendente y de eso tu alma y tu corazón sí entienden. Pregunta. Reflexiona. Medita. Actúa.
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