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Atención Primaria: hechos, no palabras

10 de Diciembre del 2018 - Pablo González García (Gijón)

Parece que la Atención Primaria sólo es noticia por sus faltas. Falta de personal, falta de tiempo. ¿Siempre ha sido así? ¿Tiene que ser así? Este año hace 40 de uno de los momentos-tótem de la misma: la conferencia de Alma Ata, en la antigua república soviética de Kazajistán. Se hablaba de salud para todos, de equipos multidisciplinares, de participación de la población..., pero también de educación, higiene, alimentación, derechos sociales. Ideas fuerza muy potentes todas ellas, pero de complicada puesta en marcha.

Varias de las características que han definido desde entonces la Atención Primaria son la accesibilidad, la longitudinalidad (atención a lo largo del tiempo), la atención integral... Dicen de ella que tiene la función de "puerta de entrada" del sistema sanitario y que debería resolver el 90% de las consultas que se producen en este nivel.

En el Estado español la reforma de la Atención Primaria se llevó a cabo en los 80, de la mano de personas con cierto componente de heroísmo, que tuvieron que pelear duramente por pasar de las palabras a los hechos. Tenían la cobertura de una ley General de Sanidad, que con los años se ha ido podando hasta el extremo. Esta reforma (en su sentido más socialdemócrata) ha tenido desigual implantación a lo largo del territorio, y no ha terminado aún.

Si preguntamos a cualquier político o gestor sanitario, sea del color que sea, sobre la Atención Primaria, aflorarán términos potentes como "centro del sistema", "pilar fundamental", "excelentes profesionales", "apuesta decidida" y otros del pelo. Sin embargo, es de sobra conocido que donde se refleja la verdadera voluntad política es en los presupuestos. En los jurdeles, que diríamos en mi barrio. Facta, non verba, en latín.

Van también 10 años del comienzo de la última llamada crisis financiera global. Que en la realidad supuso un trasvase de recursos económicos de la mayoría de la población a la minoría que controla el capital. En lo más concreto del (casi) sistema del bienestar del Estado español supuso dejar de invertir recursos de tod@s en derechos sociales. Eso supone, para la Atención Primaria, no dejar la "portería" del edificio del sistema de salud: falta de contrataciones, trabajo temporal y precario para los que no tenemos plaza, sobrecarga de trabajo para los que sí la tienen. Resintiéndose entonces la accesibilidad (lista de espera para que te atienda tu médico), la longitudinalidad (cada día una persona diferente, si no está el titular de la plaza), la calidad de la atención (tiempo insuficiente, fragmentación de la atención...). El mantra de "no hay médicos" que esgrimen los responsables políticos es directamente mentira, con los datos encima de la mesa. Es una excusa para mantener la situación precariedad, siempre útil para los empleadores.

¿Qué pasará, entonces, cuando la generación heroica de los 80 se jubile en bloque, en pocos años? ¿A dónde van a parar las generaciones de residentes de medicina de familia que se gradúan en Asturias? No necesitamos aparatos de la NASA, "simplemente" tiempo y estabilidad laboral. Son las herramientas fundamentales para una Atención Primaria de calidad. Coinciden en el tiempo las noticias de la falta de médicos en el centro de salud de Perchera (Gijón) y la inversión de 8 millones de euros en la ampliación del Hospital de Cabueñes. ¿Coincidencia? No: facta, jurdeles.

Hay un riesgo real de involución: volver a la atención de los antiguos ambulatorios del "seguro", con poco tiempo y sin capacidad resolutiva. Riesgo también de dualizar la asistencia: un sistema público sin recursos suficientes para quien no pueda pagarse un aseguramiento privado. Los 40 años desde Alma Ata son también 40 años de contraofensiva del capital: de erosión progresiva de los sistemas de bienestar social, tanto en lo ideológico como en lo económico. No podemos esperar que caigan del cielo los derechos, o los peleamos o no tenemos nada que hacer.

Si entendemos la Atención Primaria como parte del derecho a la salud, es hora de defenderla. Las personas que trabajamos en ella, dejando atrás la resignación y el fatalismo. Codo con codo con la población, que en este tiempo especialmente necesitan una atención menos patologizadora, más preventiva, más cercana, que conozca el olor a pote de los rellanos, como decía un compañero. En Catalunya y Andalucía se están movilizando. No queda otra que alzarse.

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