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¡Fuera autonomías!... No sé

11 de Diciembre del 2018 - Adolfo Soto Madera (Oviedo)

Hablo del Sistema político actual de España, hablo del Estado de las Autonomías. ¿Anularlas de "un plumazo"? Aparte de que constitucionalmente no lo creo factible, provocaría una revolución que siempre implica dolor y desorden. Preferible obviar atajos y activar el protocolo que para reformas contempla la misma Carta Magna, cuando haya necesidad de reconducir eventualidades que pueden entorpecer las garantías y derechos constitucionales.

Pero, ¿qué otro sistema adoptamos? España históricamente está más acostumbrada al poder unitario, sea monárquico o de la república, que al federal. Y además no es mayoritariamente nada partidaria de desmembrar su territorio.

Si apartamos el federalismo que por las razones que sean no parece sernos familiar, nos queda la monarquía parlamentaria que nos ha acompañado más en nuestra historia reciente, o incluso la república que también hemos conocido. Resta solo decantarnos por un poder centralizado más o menos férreo; o descentralizado con delegaciones amplias o no; o con el sistema presente de las autonomías, en la actualidad bastante denostado.

Cada uno tiene sus ventajas y desventajas. Cualquiera que elijamos, estará obligado a garantizar democracia, libertad, igualdad, unidad territorial, estado de bienestar..., y entendimiento de los políticos con los ciudadanos, hoy bastante distanciados, ya que no conviene olvidar que el poder de los que nos representan viene en definitiva de los votantes.

El Estado de las Autonomías nace de la Constitución de 1978, y en algún sitio leí que para las garantías y derechos miraron Constituciones europeas ya experimentadas, y para plasmar la organización territorial del Estado estudiaron la Constitución española de 1931. Los padres de la Carta Magna que desde hace 40 años nos modera, eran prestigiosos, prudentes, de ideología plural y comprometidos a iniciar, sin otro nexo que el "acuerdo de llegar al acuerdo", el camino de transición de una dictadura a una democracia, con el menor traumatismo posible. Objetivo, en el sentir de los intervinientes, casi imposible de conseguir, y que por fortuna el tiempo y las experiencias vividas sorprendió a ellos y a todos con un logro pleno.

El texto constitucional de 1978 -igual que el de 1931- tuvo que tener presente la "cuestión catalana", y la vasca, y la gallega, añadiendo la inquietud de autonomía que por mimetismo y principio de equidad nacía en las demás regiones y provincias de España. Y creo que conjugando estas inquietudes con el deseo de la mayoría del territorio español de "no fragmentación", dio paso al sistema político del "Estado de la Autonomías" en vigor en nuestros días; hábilmente proyectado para conformarlo con las experiencias del devenir, y dotado con las herramientas adecuadas para frenar desvíos y para adecuarse a la evolución natural de los tiempos.

De ahí el tema adelantado en el título de esta carta de mis dudas sobre ¡Fuera las Autonomías!

El poder centralizado o el poder descentralizado por delegación o autonomías, tiene cada uno sus ventajas o desventajas. No es imparcial, objetivo, justo, ni práctico demonizarlos sin más.

¡Fuera Autonomías!, gritamos. "Son inútiles", proclamamos. Desde que quedó atrás la dictadura, decir Autonomía era asociar democracia, ahora la acusamos entre otras cosas, de ser responsable significativa de la deuda pública y del incremento del gasto público. Así por alto, parece cierto... Haciéndolas desaparecer, el gasto disminuirá, y en su alícuota proporción, la deuda. Sin embargo, creo que la calidad, cantidad, eficacia y eficiencia del ejercicio político y social se resentiría. Conservándolas, eso sí, "bien gestionadas", este modelo de administración y control de la autoridad, puede generar a la sociedad servicio ágil, rápido para necesidades no inventadas, eficaz, social y económicamente ponderado, que no dará lugar a aeropuertos sin aviones, a salarios por trabajos no efectuados, a sillones de asesores junto a sillas de funcionarios...

En requerimientos comunes y además esenciales, competencias centrales sin duplicidad de medios y esfuerzos para garantizar con los pactos precisos, igualdad, uniformidad y continuidad inalterables a pesar de los cambios políticos de partidos, y pienso en sanidad, educación, pensiones, funcionariado... Y las peculiaridades lógicas de la diversidad, reglamentadas en el Estatuto y competencias autonómicas. Las plantillas de cargos y funcionarios encuadrados en las autonomías que no sean 17 copias y pegas de la estructura central y estatal, pues los multiplicaría otras tantas veces.

Y así..., despacio pero sin pausa, hasta conseguir un esqueleto administrativo no sobredimensionado que justifique el gasto público que provoca, con el estado de bienestar que su trabajo lleva a la sociedad. Poco más... desarrollar el proyecto y atreverse a ponerlo en práctica. Y así desmentir a los que piensan que las autonomías es el pago de favores prestados, de reserva de votos, de... Emplear lo ahorrado en iniciativas empresariales que generen puestos de trabajo, riqueza y por ende bienestar. Demostrar que la política no es un medio de vida, sino un servicio a los demás. Y etc., etc., etc.

Solo resta ya solucionar la "cuestión catalana", sin olvidar la vasca y la gallega, que quizá requiera un plus de comprensión al que hace acreedores la posesión de una "lengua" propia ya desarrollada. Es cierto. Y obliga a una especial atención por parte de ellos y del resto de España para que ese patrimonio se conserve, se fomente y se disfrute hablándolo. Y es un deber para todos dotar de los medios necesarios para conseguirlo. Pero esa circunstancia lingüística, por si sola, no acredita derecho ni deber de independencia. Y por ende, ni a pedirla ni otorgarla.

Son imperativos otros requisitos que en este caso ni la historia ni la tradición evidencian. Claro que se refiere a historia verdadera y fidedignamente enseñada, y también a tradición vivida y no para el momento inventada. No glosar en épica grandilocuente guerra de Secesión que era de Sucesión, ni crear blasones catalanes que eran aragoneses, ni hacer nacer conquistadores extremeños en Sabadell o Tarrasa...

Quizá alguien con "credibilidad", debería propagar "verdades" para convencer a la gente de la intención torticera de aquellos que al grito "no nos representan" tapan su ansia de secesión bajo el eslogan del "derecho a decidir". Alguien que sin sospecha de parcialidad diga que si independencia se usa en el sentido político de Estado que busca emanciparse de la dependencia de otro Estado, les haga comprender que Cataluña no es un Estado y tampoco lo fue. Aunque este "diálogo" ya es viejo y manoseado hasta el hartazgo. Solo los engañados, los confundidos, los empecinados en "república de mi casa" porque yo quiero, los políticos con propósitos espurios, mantienen ese pulso temerario sin atender a rigor histórico alguno. Logros: Huidos, encarcelados, alteraciones del orden público, agentes del orden abandonados por superiores y expedientados por cumplir con su deber, economía a la baja, turismo ausente, sociedad enfrentada jaleada burdamente por dirigentes políticos que luego irresponsable y vergonzosamente se desdicen y... sin la seguridad de causa legítima y sin la tranquilidad que da la finalidad justa. Menos mal que Castilla, Andalucía y León, que Cantabria, Toledo y Aragón, Valencia, etc... no persiguen quimeras y bajo el patronazgo de la Asturias de D. Pelayo no hacen valer su enraizamiento visigodo.

Nuestra suerte: ¡La Constitución que nos protege!

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