El progreso recurrente (qué misterio)
Leo con curiosidad estos días una noticia que acaba de saltar a los medios sobre la iniciativa que ha tenido al parecer el Principado de Asturias, una vez más, siempre presto y avizor, buscando sin descanso formas de mejorar nuestras vidas, para poder imponérnoslas vía BOPA por nuestro bien. Dice la noticia que el Principado obligará por ley a que los nuevos pisos tengan ducha a ras de suelo, en vez de bañera.
Y constato en esta noticia, una vez más, que los tiempos van cambiándolo todo, pero de forma recurrente. Al final, parece que acabamos en el punto de partida, tras una serie circular de cambios de continuas mejoras. Así, en tiempos de mis abuelos las mujeres de las clases más desfavorecidas, el pueblo llano, como mi abuela y mis tías, trabajaban en las minas o en el campo hasta reventar, hombro con hombro con los hombres, y los chiquillos no estaban tan bien atendidos como los de las clases más acomodadas con sus madres de amas de casa, decían entonces los revolucionarios, que lucharon fuertemente por liberar a las mujeres del pueblo llano de los trabajos hombro con hombro con los hombres, considerándolo una liberación y una conquista. En tiempos de mis tíos, ya liberadas ellas de trabajos en campos, minas y fábricas por los revolucionarios sociales, iban ellos a trabajar a Arnao a la mina o a la fábrica, en bicicleta, con un papel de periódico sobre el pecho, bajo la chaqueta, y una boina de lana, para protegerse de las heladas de madrugada. Los más privilegiados, solteros que ahorraban más, tenían moto, una Guzzi o una Bultaco. Eran la envidia. El coche era impensable entre estos menesterosos, pero todos soñaban con que un día los obreros disfrutarían de un automóvil, un utilitario muy elemental. Cuando llegó Ensidesa se fue haciendo realidad ese sueño, para los privilegiados que entraban en esa empresa. Finalmente se generalizó para todo el mundo esta conquista del acceso al automóvil, considerado entonces calidad de vida (cuán equivocados parece que estábamos, bendita ignorancia), y mirábamos por encima del hombro a los chinos, que salían en los reportajes de la tele, por las calles de Pekín, todos en bicicleta, pobres. Cuando yo era pequeño, los niños del pueblo llano siempre conocíamos a alguno que en su casa tenía bañera, algún compañero de colegio, considerado un privilegiado con acceso a ese lujo. El resto, si había ducha en casa, sobre un plato de ducha. Finalmente acabamos todos viviendo, con el progreso de los 60 y 70, en los pisos de nueva construcción, en casas con bañera, ya generalizadas sin ser un lujo. Ahora, gracias también a los (nuevos) revolucionarios sociales, se están volviendo a liberar las mujeres, todas a trabajar de nuevo, liberación feminista. Volvemos a la bicicleta como icono de conquista social y futuro, frente al coche, que al parecer nos da muy mala vida. Y las casas, por lo visto, sin bañera de nuevo. Resulta que antiguamente, al parecer, vivíamos mejor, sólo vivían mal las clases acomodadas.
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