Defraudados por los políticos
Es preocupante, decepcionante y sorprendente ver la ilusión con que todos los españoles acogíamos la llegada de la democracia, cargada de valores y virtudes que utópicamente imaginábamos y que ansiábamos de forma vehemente, y que al instalarse nos fuimos dando cuenta que los encargados de llevarla a cabo, los señores políticos, no eran lo que habíamos esperado.
Durante las campañas electorales nos fuimos encontrando con ciertas personas que, manejando de forma excepcional la facilidad de palabra, la expresión y la mentira, llegaban a convencer de una forma espectacular al ciudadano de a pie. Y llegado el momento de demostrar su valía y saber hacer, cuando han accedido al Gobierno, nos hemos dado cuenta de que todo era un estudiado «marketing», careciendo dichos dirigentes de suficiente inteligencia para afrontar lo que el poder requiere. Pero, es más, no han llegado ni siquiera a sopesar si uno mismo se encontraba capacitado para afrontarlo.
El atrevimiento es evidente, puesto que 40 millones de personas que confiaban en el elegido se han visto defraudados, inquietados y temerosos ya que las consecuencias de la incapacidad han ido directas a los ciudadanos españoles y nunca los que las han provocado.
Debieran existir exámenes muy rigurosos para acceder a dichos cargos y, a la vista de los resultados, escoger al mejor, al igual que se hace con personas de gran responsabilidad como son los jueces, fiscales y notarios.
Sólo hay que meditar que si un Gobierno o su dirigente es incapaz, las consecuencias las pagan los que menos culpa tienen.
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