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Menores y móviles

14 de Diciembre del 2018 - Darío Martínez Rodríguez (POLA DE SIERO)

Se nos dice machaconamente, como idea fraguada en la reflexión más exigente de cada uno de nosotros, que las tecnologías, sus artefactos, son moralmente neutrales, ni buenos ni malos, simplemente depende de cómo se usen. La responsabilidad pertenece en exclusiva a su propietario. En un sistema liberal y capitalista como el nuestro esto es incuestionable. El sujeto es dueño de su destino, es libre para ser feliz, evitar los esfuerzos a través de artefactos tecnológicos inventados en los laboratorios por científicos sesudos y construidos por ingenieros sesudos es una obligación al alcance de todo consumidor. Los móviles son artilugios cotidianos que permiten un grado de eficacia jamás visto, el acceso a la información es instantáneo, el abanico de herramientas disponibles para dar solución a infinidad de problemas diarios que se nos ofrecen también.

Pero no quiero aburrir al lector con las bondades de los móviles, tampoco con las perversidades a ellos asociadas. Todos en mayor o menor medida estamos al día.

Pero entonces, ¿por qué esta carta? Vayamos a la relación menores móviles. En primer lugar, dicha tecnología de la comunicación no es amoral, no es inocente en sí misma. Detrás de ella están equipos enteros de los mejores expertos en materias tan dispares como la matemática, la economía, la psicología, la sociología, la antropología, las telecomunicaciones, el marketing, etc., todos ellos con un objetivo: vender su producto. Su trabajo ha de ser profesional, es en su trabajo donde se encuentra su salvación, su espíritu emprendedor es de origen protestante, y es en su hacer individual donde se halla su recta relación con lo que podemos entender como conciencia. Lo que quiero decir es que las consecuencias de lo que hagan no están sujetas al prisma crítico de una ética que intente fijar límites en torno a lo que es bueno y justo. Les es indiferente, ellos cumplen con su trabajo y ya está. En segundo lugar, frente a ellos un menor.

Como consumidor joven simplemente no es rival, estará a merced de ese equipo de expertos que se esfuerza para que los móviles lleguen a sus manos. Ellos son los principales objetivos publicitarios porque es a través de ellos y de sus permanentes demandas como se accede por aburrimiento al bolsillo de los padres o de los abuelos. Así los jóvenes estarán enajenados, y estarán en riesgo de caer en las adicciones más severas, caso de la ludopatía.

Es aquí donde se hace necesario un espacio regulativo que permita actuar con rigor, con racionalidad, e imponga un marco legal que no permita que dichos dispositivos con todas sus posibilidades estén en manos de quienes no pueden ser capaces de saber usarlo con sentido enriquecedor y favorecedor de su persona.

Es hora de que olvidemos la perniciosa y cómoda idea de que las tecnologías son neutrales. Es también el momento de que exijamos a las grandes industrias de la comunicación que comiencen a fabricar móviles adaptados a las características propias de los menores o simplemente a calificarlos por edades para su venta al público.

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