Cómo un dictador puede salirse con la suya
Va el príncipe saudí Mohammed bin Salman deteniendo a poderosos disidentes para encerrarlos en un hotel Ritz-Carlton, instaurando el terror subyugando al Yemen, ordenando descuartizar periodistas críticos, y acaba provocando entre gobernantes varios reticencias por seguir haciendo negocios con él. Por contra, va el dirigente chino Xi Jinping censurando a Winnie-the-Pooh por herir su frágil ego, fomentando un sistema de crédito social propio de la ficción distópica, metiendo a Uighurs en campos de re-educación -véase "de concentración"- o promoviendo la limpieza étnica que suponen los matrimonios forzados, y lo reciben con máximos honores en España u otros estados. ¿La principal diferencia entre ambas situaciones? El control de la información.
Una atrocidad no documentada es una atrocidad no reconocida, y en éste mundo saturado de datos sólo las noticias más cruentas y gráficas destacan. Mantener un perfil bajo es, por tanto, la clave para el éxito de los sin escrúpulos. Lo queramos o no la censura informativa funciona. Por ello, cuando se acuse a la ligera de generar 'fake news' a un reportero planteémonos el daño que se hace a la profesión. El día que ninguno esté ahí para relatar los hechos, nos daremos cuenta de su verdadero valor en democracia.
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