La invasión del consumismo
Todos, cada uno de una manera quizás, estamos influenciados por este consumismo pernicioso que de una manera especial se hace presente en este tiempo de Navidad.
Somos presas de nuestros deseos de poseer, de tener, de comer y beber, y de comprar. A veces son solo caprichos, otras veces tan solo impulsos, y otras solo nos dejamos llevar.
Quizás critiquemos a los demás por su corrupta actitud, pero hacemos igual; caemos en esa trampa maliciosa que nos ponen los medios de comunicación, o los escaparates, o los que nos rodean, o nuestra propia fantasía, que anda buscando la felicidad en cosas efímeras, intrascendentes.
Gastamos y despilfarramos en banalidades insustanciales. Buscamos el último modelo, la última moda, la última tecnología, el último restaurante; todo lo más vanguardista, pero en este loco mundo de desenfreno económico, de derroche, se nos olvida nuestra coherencia responsable, se no olvida nuestra honestidad, se nos olvidan: los demás, los marginados, los pobres, los desheredados, los que están en la periferia de nuestro quizás super acomodada situación.
Unos viven como perros, como desechados; viven despreciados por unos y por otros. Unos viven sin nada, y otros nadamos en una opulencia malsana y tremendamente cruel.
Eso que malgastamos muchas veces es el salario que robamos a los más desfavorecidos, es el pan del indigente, es el techo del que vive al raso, es la medicina del enfermo desahuciado, es el agua del sediento.
¡Y ante esto una respuesta! Una respuesta, para que la Navidad se haga presente y la luz de la esperanza alumbre de nuevo. La luz es Dios. Y nosotros, tú y yo, hemos de encenderla. Eso, al menos, quiere ...l. Hacernos partícipes de la incandescencia de su luz.
...l, ahora Jesús, nos dice: "Darles vosotros de comer".
El Papa Francisco, la Iglesia, y todos los cristianos y personas de buena voluntad, esperan tu respuesta, y la mía.
Por favor podemos, si queremos, dar esa respuesta; esa respuesta generosa. Esa respuesta de amor y para el amor.
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