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Las comparaciones

16 de Diciembre del 2018 - José Antonio de Lillo Cuadrado (Moreda (Aller))

Durante todo el año, y especialmente los días que preceden y siguen al 6 de diciembre, la Constitución española, por no se sabe qué razones, se convierte en “Carta Magna”, conversión que se proclama desde todos los medios. El mismo día 6, uno de los encargados de comentar lo que estaba sucediendo y lo que iba a suceder en la Carrera de San Jerónimo no pudo resistir el placer de hablar de la Carta Magna y no de la Constitución, y precisamente ante el Palacio de las Cortes y frente a los vigilantes leones que guardan su entrada. Increíble. LA NUEVA ESPAÑA del día 7 recogía crónicas de agencia que narraban lo acontecido el día anterior, cuyos corresponsales tampoco quisieron quedar al margen de tal deleite. Tuve la ocurrencia de contar cuántas veces mencionaban una y otra: la inglesa, nueve veces (demasiadas); la nuestra, diecisiete. Que el nombre “Carta Magna” sustituya a “Constitución española”, aunque sea una sola vez, ya es un exceso. Con tanta insistencia, más de uno creerá que nuestra Constitución se llama así. O quizá que, como es de fuera, vale más, es más Constitución. A ver quién se atreve a rechazar título tan melódico (nada menos que cuatro “aes” seguidas) y, para colmo, en latín. Más no puede pedirse.

¿Y qué es eso de la “Carta Magna”? Pues es un documento que “Juan (sin Tierra), por la gracia de Dios rey de Inglaterra, señor de Irlanda, duque de Normandía y Aquitania y conde de Anjou”, firmó el 5 de junio de 1215, en el que se comprometía a respetar los fueros e inmunidades de los nobles. Como si dijéramos un “trágala” medieval. La relación que tiene la “Carta Magna” con la Piel de Toro o, mejor, con el Reino de Castilla, es puramente colateral: Leonor Plantagenet, hermana del firmante de la Carta, estaba casada con Alfonso VIII el de las Navas, rey de Castilla. De este matrimonio nació Berenguela, que casó con Alfonso IX de León, padres de Fernando III el Santo, que, por tanto, era sobrino nieto del rey inglés. Y, con este asunto de familia, ajeno al documento, se agota la relación de la “Carta Magna” sobre la Constitución española.

No es necesario ser especialista en Historia para conocer estos tejemanejes. Sólo hay que hojear “aquellos” libros de Historia donde figuraban, además de la “Carta Magna”, las Leyes de Indias, las Siete Partidas, el Decreto de Nueva Planta, el Fuero Juzgo, el Código de Hammurabi. Hoy, este rey de Babilonia quizá sea considerado como la última adquisición del Real Madrid; las Siete Partidas, son, sin duda, un durísimo campeonato de naipes. Las Leyes de Indias, el Decreto de Nueva Planta, el Fuero Juzgo… a saber. Y “Carta Magna”, como acabamos de oír frente al Palacio de las Cortes, un alias actualizado de “Constitución española”. Pero los sabihondos escribidores seguirán, erre que erre, con la “Carta Magna” a cuestas, tercos como mulas aragonesas, como dicen que decía Carlos III del conde de Aranda.

Dos artículos de “Opinión” de este mismo diario devolvieron las aguas a sus cauces el día 8. Tuvieron, el primero, seis ocasiones y el segundo, dos, de dejarse llevar. No se dejaron. Sabían qué tenían y qué no tenían que escribir.

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