Espíritu navideño o espíritu consumista
Esta mañana he ido al centro de la ciudad en la que resido y me he quedado triste y anonadada. Parece que todo el mundo se ha echado a la calle y no por un motivo solidario precisamente. En estas fechas, en las que tanto se predica el amor, la bondad, el altruismo, nada de eso se respira en las calles. La impresión, la sensación que me he llevado es el extremo consumismo en el que vivimos sumergidos. Cuentan los mayores que antiguamente en Navidad se salía a las calles a cantar villancicos, a pedir el aguinaldo, a recoger juguetes o alimentos para la gente necesitada. Que esperaban con ansia los Reyes Magos porque a lo mejor les traían una onza de chocolate o, los que tenían mucha suerte, un muñeco con el que jugaban durante todo el año. Que comían cordero, pescado, dulces típicos o gambitas, sólo el día de Nochebuena porque no se podían permitir ese lujo habitualmente. Que compartían la cena con el que menos tenía. Y ahora la gente sale a comprar regalos como locos, cuantos más mejor. Los niños tienen que tener más regalos que sus amigos, el papá la colonia más cara, la mamá un bolso de marca y los abuelos, ellos que saben, nunca necesitan nada. Tenemos de todo durante todo el año, pero no es suficiente. Nos hemos convertido en seres insensibles. ¡Cuánto nos haría falta el echar la vista atrás y aprender un poquito de civismo y solidaridad! ¡Cuántos valores se han perdido por el camino!
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