Intentar desprestigiar, ¿para qué?
Leí con estupor el artículo publicado en este periódico el día 18 de noviembre, titulado "La naturaleza romana de Gijón". No entro en la consideración del tipo de asentamiento romano que es Cimadevilla, rodeada de una esplendida muralla, por cierto, ya que no soy especialista en esa área. Además lo más remarcable del artículo no es eso, sino el tono en que está escrito, nada académico, sino por el contrario; lo que traslucen esas líneas es una notable envidia de los autores del artículo por la destinataria de sus biliosos dardos de carácter personal. Sin conocer a estos señores, la impresión que me deja la lectura de ese artículo es la necesidad que sienten por desprestigiar a toda costa a Carmen Fernández Ochoa, lanzando viles insinuaciones de todo tipo hacia su persona y hacia su carrera, como vienen haciendo impunemente en las redes sociales. La obra de Carmen Fernández Ochoa es de sobra conocida y esas invectivas no afectan en absoluto a su prestigio; hace bien ella en no prestarles la más mínima atención. En realidad, lo único que consiguen es evidenciar la animadversión y resentimiento de sus autores, actitudes que, en principio, no se casan con la objetividad en la investigación.
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